01 febrero 2016

Lunes IV de Tiempo Ordinario

Hoy es 1 de febrero.
Es lunes. Comienza otra semana. Un día más me pongo en presencia de Dios. Me preparo para hablar con Jesús, para estar con él, para ver lo que hace, para escucharle. Hoy contemplo a Jesús liberando. 
La lectura de hoy es del evangelio de Marcos (Mc 5, 1-20):
En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos llegaron a la orilla del lago, en la región de los gerasenos. Apenas desembarcó, le salió al encuentro, desde el cementerio, donde vivía en los sepulcros, un hombre, poseído de espíritu inmundo; ni con cadenas podía ya nadie sujetarlo; muchas veces lo habían sujetado con cepos y cadenas, pero él rompía las cadenas y destrozaba los cepos, y nadie tenía fuerza para domarlo. Se pasaba el día y la noche en los sepulcros y en los montes, gritando e hiriéndose con piedras.
Viendo de lejos a Jesús, echó a correr, se postró ante él y gritó a voz en cuello: «¿Qué tienes que ver conmigo, Jesús, Hijo de Dios Altísimo? Por Dios te lo pido, no me atormentes.»
Porque Jesús le estaba diciendo: «Espíritu inmundo, sal de este hombre.»
Jesús le preguntó: «¿Cómo te llamas?»
Él respondió: «Me llamo Legión, porque somos muchos.»

Y le rogaba con insistencia que no los expulsara de aquella comarca. Había cerca una gran piara de cerdos hozando en la falda del monte. 
Los espíritus le rogaron: «Déjanos ir y meternos en los cerdos.»
Él se lo permitió. Los espíritus inmundos salieron del hombre y se metieron en los cerdos; y la piara, unos dos mil, se abalanzó acantilado abajo al lago y se ahogó en el lago. Los porquerizos echaron a correr y dieron la noticia en el pueblo y en los cortijos. Y la gente fue a ver qué había pasado. Se acercaron a Jesús y vieron al endemoniado que había tenido la legión, sentado, vestido y en su juicio. Se quedaron espantados. Los que lo habían visto les contaron lo que había pasado al endemoniado y a los cerdos. Ellos le rogaban que se marchase de su país. Mientras se embarcaba, el endemoniado le pidió que lo admitiese en su compañía. Pero no se lo permitió, sino que le dijo: «Vete a casa con los tuyos y anúnciales lo que el Señor ha hecho contigo por su misericordia.»
El hombre se marchó y empezó a proclamar por la Decápolis lo que Jesús había hecho con él; todos se admiraban.
Jesús no sólo anuncia el Reino de Dios predicando. Toda su vida es un anuncio del  sueño de Dios. El evangelio de hoy nos presenta a un Jesús liberando a un hombre de sus demonios. ¿Hay algo, algún demonio del que necesite que Jesús me libere?
Mientras embarcaba, le pidió que lo admitiese en su compañía. Este hombre se siente liberado y quiere seguir al Señor. Quiere estar con él. Quien se siente liberado, quiere liberar a otros. ¿Cómo puedo liberar a otros? ¿De qué modo puedo ser como Jesús para los otros?
Ignacio de Loyola invita en sus ejercicios espirituales a que contemplemos la vida de Jesús, como si presente me hallase: el hombre se marchó y empezó a proclamar lo que Jesús había hecho con él. Vuelvo a leer el texto. Contemplo y escucho a Jesús. Este hombre se convierte en discípulo. Va a anunciar a otros lo que él mismo había visto y oído. De esclavo pasa a ser hombre libre, de evangelizado a evangelizador.
Termino esta oración hablando con Jesús. ¿De qué siento que me ha liberado el Señor? Como hacía Ignacio de Loyola, me pregunto: ¿Qué he hecho por él? ¿Qué hago por él? ¿Qué debo hacer por él? 
Que los caminos se abran a tu encuentro. Que el  sol brille sobre tu rostro. Que la lluvia caiga suave sobre tus campos. Que el viento sople siempre a tu espalda. Que guardes en tu corazón, con gratitud, el recuerdo precioso de las cosas buenas de la vida. Que todo don de Dios crezca en ti y te ayude a llevar la alegría a los corazones de cuantos amas. Que tus ojos reflejen un brillo de amistad, gracioso y generoso como el sol. Que sale entre las nubes y calienta el mar tranquilo. Que la fuerza de Dios te mantenga firme. Que los ojos de Dios te miren. Que los oídos de Dios te oigan, que la  palabra de Dios te hable. Que la mano de Dios te proteja, y que hasta que volvamos a encontrarnos, otro te tenga y nos tenga a todos en la palma de su mano.
Gloria al Padre,y al Hijo,y al Espíritu Santo.Como era en el principio,ahora y siempre,por los siglos de los siglos. Amén.

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