07 febrero 2016

Domingo V de Tiempo Ordinario

El relato Evangélico nos recuerda que hace dos mil años Jesús pidió la colaboración de unos pescadores para iniciar su obra en el mundo. Esa misma llamada se ha mantenido viva a través de los tiempos hasta llegar a los nuestros. Como a ellos nos invita a que le sigamos. Ello nos exige que tengamos una idea clara de la empresa a la que hemos sido llamados, que sepamos claramente para qué quiere Jesús que le sigamos, para qué nos convoca a nosotros.
La respuesta es muy sencilla: exactamente para lo mismo para lo que convocó a aquellos primeros seguidores: para establecer el Reino de Dios en el mundo: Id por todo el mundo enseñando todo cuanto yo os he dicho.
Esa llamada, puede aparecer diversamente formulada según los distintos contextos económico-político-sociales en los que se encuentre la humanidad, pero en lo substancial sigue siendo la misma. 
El Papa Francisco, en terminología del siglo XXI y en conformidad con el contexto actual de la civilización, nos la propone como la necesidad de“pasar a otra orilla”, a otra civilización en la que esté presente Dios, se respete la dignidad de la persona y se admita una serie de valores objetivos. 
En eso estamos nosotros y conforme a esa llamada seguimos reflexionando sobre la segunda de las cuestiones: defender la dignidad del hombre.

Empalmando con el intento del pasado domingo continuaremos desenmascarando a los peligros que, a la hora de la verdad, acechan a la “teóricamente” aceptada dignidad del hombre. 
A los que vimos el domingo pasado hemos de añadir los siguientes. Como los días anteriores vamos de la mano del papa en la Encíclica “Laudato, Sí”
1.- La tendenciosidad de los medios de comunicación al servicio de ideas o intereses políticos, económicos etc. “Los poderes económicos justifican el actual sistema mundial donde priman una especulación y una búsqueda de la renta financiera que tienden a ignorar todo contexto y los efectos sobre la dignidad humana nº 56
2.- La falta de trabajo. “El trabajo debería ser el ámbito de ese múltiple desarrollo personal, donde se pone en juego muchas dimensiones de la vida: la creatividad, la proyección del futuro, el desarrollo de las capacidades, el ejercicio de los valores, la comunicación con los demás. Precisamente por eso, dice el papa: “En la actual situación mundial, es necesario que se siga buscando como prioridad el objetivo del acceso al trabajo por parte de todos.” (nº 127) “El gran objetivo debe ser siempre permitir a los hombres una vida digna a través del trabajo. (nº 128) 
3.- La falta de medios que hacen prostituirse a muchas personas. Un gran capítulo de pérdida de la dignidad personal viene dada como consecuencia del actual sistema económico-consumista que provoca el crecimiento de la violencia y el resurgimiento de nuevas formas de agresividad social , el narcotráfico y el consumo creciente de drogas entre los más jóvenes” (nº 46)
4.- Las tragedias de la guerra que provocan “emigración donde las personas llevan el peso de sus vidas abandonadas sin protección normativa alguna. Lamentablemente, continúa el Papa, hay una general indiferencia ante estas tragedias, que suceden ahora mismo en distintas partes del mundo… La falta de reacción ante estos dramas de nuestros hermanos y hermanas es un signo de la pérdida de aquel sentido de responsabilidad por nuestros semejantes” (nº 25)
5.- Los intereses de los países ricos al someter a los más pobres ponen a sus gentes en condiciones de pobreza en las que difícilmente se puede salvar la dignidad humana. “Los pueblos en vías de desarrollo, siguen alimentando el desarrollo de los países más ricos a costa de su presente y de su futuro (nº 52) 
Los Obispos americanos señalan que el precepto de no matarás incluye también el no matarás de hambre” (nº 95)
Hemos subrayado los ataques más frecuentes al respeto real de la dignidad de la persona.
La situación actual nos muestra que “El inmenso crecimiento tecnológico no está acompañado de un desarrollo del ser humano en responsabilidad, valores, conciencia” (nº105) 
“Seguimos admitiendo en la práctica que unos se sientan más humanos que otros, como si hubieran nacido con mayores derechos” (nº 90). 
Gran parte del llamado mundo occidental tiene, mejor “tenemosun superdesarrollo derrochador y consumista, que contrasta de modo inaceptable con situaciones persistentes de miseria deshumanizadora” (nº 109)
Jesús nos pide ayuda para instaurar en el mundo el respeto a la persona. Una ayuda que hemos de prestarla a triple nivel. Por una parte no dejándonos convertir en obsesos consumidores, no apeándonos de la responsabilidad de tener pensamientos propios, no consintiendo que se nos mangonee a cambio de cualquier interés, no aceptando como buenos los criterios mundanos vigentes, no prestándonos, en general, al juego de los intereses o ideologías que niegan o cercenan la dignidad del hombre y la mujer.
Por otra parte jamás actuando nosotros, o contribuyendo a que otros lo hagan, de modo que se siga utilizando, mangoneando, controlando mentalmente, explotando, privando de sus recursos imprescindibles, eliminando de un trabajo digno, convirtiendo en enfermizos consumistas, o favoreciendo cualquier otro ataque a la dignidad de la persona. 
Como tercera actuación comprometiéndonos seriamente en la empresa de Jesús que nos dice, como a los Apóstoles junto al lago, “Vamos a la otra orilla”. Tomemos en serio su llamada y ofrezcámonos para ser, como cristianos y como humanos, defensores de la dignidad de la persona en un afán por contribuir a la creación de un mundo más humano y más divino para todos. AMÉN. 
Pedro Saez

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