15 marzo 2015

Seguimos con vida



Jesús y Nicodemo son los dos protagonistas de la página bíblica de hoy. Nicodemo, un hombre que gozaba de autoridad en la sociedad judía. Un intelectual. Éste solía ir de noche donde Jesús. La expresión “de noche” puede referirse al estado de ánimo de Nicodemo: con dudas, con frialdad, con obscuridad interior, incluso con angustia. O simplemente le visitaba a Jesús aprovechando la obscuridad de la noche, porque no quería que la gente supiera que simpatizaba con Jesús o quizá porque por la noche nadie les molestaba y, sin prisa podían abordar cualquier tema. Tal vez se preguntaba como el poeta León Felipe: ”¿por dónde se sale?¿alguien sabe por dónde se sale?”
Ciertamente Nicodemo fue un privilegiado, porque privilegio es el poder abordar cualquier asunto con un interlocutor de talla semejante. Creo que en un libro de entrevistas de la famosa Oriana Fallaci pregunta a sus entrevistados con quién le gustaría mantener una charla larga y varios nombran a Jesús de Nazaret. Una observación, quien cree en la oración puede vivir esta experiencia, pues la oración es eso: hablar con Dios como se habla con un amigo. Sin embargo, la experiencia nos dice que esta vivencia no se alcanza normalmente.
El que “lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del Hombre”: quizá se pueda interpretar como que Jesús, clavado en la cruz, está llamado a ser un punto, un foco de atracción excepcional. Hoy se baraja mucho la expresión “falta de referentes”. Actualmente, en el mundo eclesial, en el mundo político, en otros sectores se repite, a modo de mantra, que faltan referentes. Esto es, no hay suficientes modelos, ejemplos de personas que enseñen o muestren a los demás cómo tiene que ser un cristiano y cómo tiene que actuar un político.

Un teólogo canadiense escribió no hace mucho tiempo un artículo titulado: ”¿Somos los últimos cristianos?”, ya que, según él, el cristianismo desparecería si una generación de creyentes –la nuestra- no es capaz de transmitir la fe a la siguiente generación. Algo de esto está sucediendo, al menos en algunas franjas o sectores de la sociedad, ya que –confiesan- que de la Iglesia no reciben mensajes ni importantes, ni interesantes. No obstante, llegado a este punto, choca este dato con las concentraciones multitudinarias, que consiguen convocar los últimos Papas, provocando el desconcierto en otros personajes que no logran reunir tales cifras. A la pregunta de Tillard (así se llama el teólogo canadiense) respondo con él negativamente. No va a desaparecer. ¿Razones?. Como afirmó en abril de 1851 que antes de 1860 el cristianismo desaparecería. Como es comprobable, no acertó. 
San Pablo escribió con ironía en el siglo I: “Estamos al borde de la muerte, pero seguimos con vida”. Difícilmente valores como los que encarnan la persona de Jesús y su mensaje pueden caer en el olvido. Hans Kung sostiene que solamente ha habido dos hombres con la altura, con la categoría moral de Jesús. Estos son Sócrates y Buda. Tan ciega no puede estar la humanidad como para rechazar o prescindir de estos referentes. 
Nuestra imagen de Dios peca de mezquina. Tendemos a olvidar o a rebajar que “Dios no mandó su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por él”. He aquí el núcleo de la fe cristiana. Y la misión de la Iglesia es comunicar y recordar este amor a todos los seres humanos.
Josetxu Canibe

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