15 marzo 2015

La salvación del mundo




1. En la tradición catequética anterior al concilio Vaticano u, se consideraban enemigos del alma el demonio, la carne y el mundo. Este último no era sólo un valle de lágrimas, sino un lugar de perversión, debido a su carácter profano. Para salvarse había que huir del mundo, bien al recinto sagrado sacramental o devocional (los fieles), bien al convento o monasterio

(los consagrados).

2. En el evangelio de Juan, el mundo tiene varias acepciones: como cosmos, es decir, el universo con la humanidad entera, objeto del amor de Dios; como sociedad, o lugar políticamente estructurado en el que vivimos; como sistema, o desorden social injusto, dominado por los poderes; y como nueva tierra, que, en definitiva, equivale al reino de Dios.

3. Como le ocurrió a Jesús, los cristianos chocan con la ideología del «mundo» como sistema, cuando éste es oscuridad (no luz), muerte (no vida), mentira (no verdad), odio (no amor), injusticia (no justicia) y opresión (no liberación). Jesús no propone la destrucción del mundo ni su conquista por sus discípulos, sino una alternativa: la del mensaje fraterno (todos somos hermanos) y la de la filiación divina (todos somos hijos de Dios). Ni el mundo es pura perversión ni debe tampoco ser idolatrado.

La Iglesia no es el mundo, pero tampoco el no-mundo. Hay que amar al mundo, encarnarse en él y servirlo. Jesús envía a sus discípulos al mundo (como humanidad) para ser testigos, sin que se identifiquen con el mundo (corno sistema).

4. «Elevar» o «levantar» significa, en el Antiguo Testamento, «engrandecer». Frente al abajamiento de Jesús, la elevación. Pero «ser levantado» significa, en Juan, «ser crucificado». De este modo, Jesús es entronizado como Señor del mundo.

REFLEXIÓN CRISTIANA:

¿Estamos presentes como cristianos en nuestro mundo?

Casiano Floristán

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