01 marzo 2015

II Domingo de Cuaresma

Está claro que este relato, en el segundo domingo de cuaresma, apunta claramente a la resurrección de Jesús. El relato lo sugiere al presentar a Jesús transfigurado, deslumbrante. Y el mismo Jesús hace referencia expresa a su propia resurrección de entre los muertos. Estamos, por tanto, ante un evangelio de vida que trasciende la muerte y pretende mantener viva la esperanza.Además, la palabra del Padre dijo muy claro, desde la nube, que escucharan sólo a Jesús. Lo que era dar las máximas garantías de credibilidad a lo que Jesús iba a decir a los discípulos.
 
Pero el relato termina diciendo que ellos no se enteraron de lo que Jesús les anunció. Por eso discutían qué quería decir aquello. No era la primera vez, ni la última, que los discípulos se atascaban ante el anuncio de la resurrección. Siempre que, según parece, Jesús les anunció este desenlace final (Mt 16, 21; Mc 14, 28; Lc 9, 22; Mc 8, 31; 9, 8-10; 9, 31) no se enteraron ni supieron de qué hablaba, ni aquello les sirvió de motivo para la esperanza. Prueba de ello es que, según los relatos de las apariciones del Resucitado, los discípulos se resistieron a creer que aquello era verdad.
 
La transfiguración es el anticipo de algo que a muchos no nos acaba de entrar en la cabeza: la vida de Jesús no es un recuerdo de la historia pasada, sino que sigue presente en la historia nuestra, en la historia de todos los tiempos. Porque Jesús es el Viviente, que trasciende el espacio y el tiempo. Por eso ahora y siempre podemos seguir “escuchando” su palabraY por eso no nos debe sorprender que nos resulte tan complicado entender lo que quiere decir.
José María Castillo

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