18 marzo 2015

Comentario al Evangelio de hoy, 18 marzo

MI PADRE NO SE OLVIDA, PORQUE ES MADRE



          No es muy difícil sentirse identificado con los sentimientos de «Sión» (Israel) que aparecen al final de la primera lectura: Me ha abandonado el Señor, mi dueño me ha olvidado. El pueblo se encuentra en un momento fuerte de crisis, desterrado, y tiene la sensación de que todo va mal, y que Dios no hace nada.  Han perdido sus referentes, sus señas de identidad, buena parte de sus tradiciones; sus jefes no les aportan gran cosa, no están a la altura de las difíciles circunstancias; se han producido demasiados cambios culturales y económicos que han dejado a no pocos desconcertados, descolocados, sin ilusiones, sin esperanzas... Parecen como “dejados de la mano de Dios”. Como ocurre hoy en no pocos países de nuestra geografía global.
       Aparte de las circunstancias sociales, no es raro que, en el plano personal, se vivan situaciones similares de confusión, abandono, estar desnortados, y sobre todo sentirse muy solos. Incluso el propio Jesús llegará a sentir algo así desde el madero de la Cruz: «Dios mío, me has abandonado».
          Sin embargo, cuando ocurre algo así... el profeta anuncia que Dios no está «quieto», y enumera una serie de «acciones» de Dios: auxilia, responde, restaura, hace la luz sobre las tinieblas, facilita la comida y la bebida, protege del sol, conduce, guía, allana, consuela, se compadece...
       Salid, venid a la luz, exulta, alégrate, romped a cantar, porque el Señor consuela a su pueblo y se compadece de los desamparados. NO SE OLVIDA. Es un Dios del consuelo, de la esperanza, de la vida. Quizá lo peor en momentos oscuros es tirar la toalla, renunciar a la esperanza, sentirse derrotados. Y conviene que la voz de los profetas nos lo recuerde. Dios está con nosotros, no se cansa de cuidarnos como una madre. Confiad, porque saldremos juntos adelante. Hay que limpiarse los ojos para ver esas acciones de Dios. Sólo los limpios de corazón verán a Dios. 
          Jesús en el Evangelio nos repite su Padre sigue actuando. Él tiene la capacidad de ver las intervenciones, la presencia, la acción de Dios. 
- Si su Padre es el libertador de Israel, cada vez que la libertad/liberación triunfa... es que Dios anda por medio.
- Si su Padre es Amor, cada vez que el amor muestra su fuerza, cada vez que alguien ama, cada vez que el amor sale vencedor... es que Dios sigue haciendo de las suyas.
- Cada vez que sale adelante la vida, en medio de los signos de la muerte, cada vez que algo renace, brota con fuerza, se recupera... es porque Dios sigue trabajando.
- Si Dios es misericordia, cada vez que se hace posible la reconciliación, cada ver que los enemigos se abrazan, cada vez que alguien acepta o regala el perdón... es porque Dios no se ha olvidado de nosotros. Como dice una de las plegarias eucarísticas: 
Pues, en una humanidad dividida por las enemistades y las discordias, tú diriges las voluntades para que se dispongan a la reconciliación. Tu Espíritu mueve los corazones para que los enemigos vuelvan a la amistad, los adversarios se den la mano y los pueblos busquen la unión. Con tu acción eficaz puedes conseguir que la violencia se apacigüe y crezca el deseo de la paz; que el perdón venza al odio y la indulgencia a la venganza.
- Si Dios es Luz, cada vez que alguien encuentra el camino, cada vez que la confusión es vencida, cada vez que el dolor es iluminado, la injusticia puesta en evidencia... es que Dios sigue pronunciando su «hágase la luz». O como grita Isaías: “Venid a la luz”.
- Cada vez que surge un nuevo líder que se pone de parte de los pobres, que defiende a los débiles, que ayuda a salir adelante al que está mal... es que Dios sigue llamando, acompañando, guiando... ¿No es nuestro Papa Francisco un regalo de Dios para esta Iglesia y esta sociedad tan confusas?
       Y porque todo eso es así... Jesús mismo se siente «cómplice» de Dios, instrumento de Dios, delegado de Dios, portavoz de Dios... y él se pone a hacer lo mismo. Y él mismo se convierte en Luz, en Misericordia, en Pastor, en resucitador, en dador de vida... Se siente urgido a no ir por libre, a no buscar sus propios intereses (no hago mi voluntad): vive para Dios, hace lo que ve hacer a su Padre es lo que él hace, el sentido de su vida. Es el enviado. Un contemplativo del Padre que le mueve a actuar tal como ve hacer a su Padre.
       Le llegarán -como a todos- momentos de tiniebla, en los que le cueste ver esa acción/presencia del Padre Dios. Pero fiado de que Dios nunca renuncia a cuidar como una madre de los hijos de sus entrañas, sabiendo que el Padre ama al Hijo... será capaz de salir adelante,  y esperar que la noche del sepulcro del Viernes Santo se vuelva luz, sepulcro abierto, tumba vacía... el día del Señor, el día de la Pascua.
       En cuanto a nosotros, como Jesús, tendremos que contemplar en nuestra oración silenciosa, ayudados por el Espíritu, el rostro de este Dios Padre que es como una madre. Saborear y recordar que somos hijos de sus entrañas, sabernos amados... Y no cansarnos de trabajar y colaborar con el Padre. Contagiar esperanza, encender luces, luchar para que salgan de sus prisiones tantos hermanos atrapados, abrir sepulcros...Descubrir también, con la ayuda del espíritu, los rastros de la acción de Dios en nuestro hoy. Ésta es la voluntad del Padre para nosotros. Esto nos hará invencibles, incansables, luchadores... y transmisores de la Vida de Dios... que siempre triunfa... aunque nos toque pasar por la tumba y la oscuridad del Viernes Santo.
Ánimo, entonces. Y adelante. A pesar de todo.
Enrique Martínez, cmf

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