07 febrero 2015

Reflexión Evangelio del día, 7 febrero




José Luis Latorre, misionero claretiano
Nos cuenta Marcos que Jesús invita a sus discípulos a tomarse un descanso en un lugar tranquilo después del trabajo realizado, pero apartados de la multitud que les seguía a todas partes. Pero al verlos alejarse en la barca la gente corre y se adelanta en el lugar donde iban. Al llegar Jesús vio aquella multitud y le dio “lástima, porque estaban como ovejas sin pastor y se puso a enseñarles con calma”.
Ante aquella multitud el sentimiento de Jesús es “la compasión”, y espontáneamente se va junto a ella para estar cerca y atenderla. Y aunque el plan era otro Jesús “con calma”, con paciencia y cariño, les atiende, les da todo el tiempo que necesitan. Para Jesús lo más importante son las personas y sus necesidades, lo demás (el cansancio, el hambre, el descanso, la hora…) es secundario. A Jesús nunca le molesta la gente y siempre la escucha y atiende con amabilidad y cordialidad dándole todo el tiempo que necesita. Y aunque es una multitud –sin nombre, sin rostro, sin importancia especial…- no por ello deja de compadecerse y mirarla con ojos de bondad y misericordia.
Se puso a enseñarles, pues eran ovejas sin pastor. Para Jesús más importante que remediar unas necesidades materiales es la Palabra de Dios, que es el verdadero alimento de las personas y la que remedia la necesidad fundamental de toda persona puesto que da luz a los problemas fundamentales de la existencia: de dónde venimos y a dónde vamos, la relación con el Padre, la salvación, el por qué y para qué vivimos, el sentido del dolor, la muerte… Fundamentar la vida en otro “alimento” o valores, es perderla, vivir en tinieblas, sin rumbo ni sentido. El mismo Jesús dirá: “Yo soy la luz del mundo, y el que me sigue no camina en tinieblas”
¿Y hoy quién esa multitud? Muchas personas con nombre y rostro que conocemos y desconocidos –sin rostro ni nombre, pero personas igual- que están en los caminos de la vida y a veces muy cerca de nosotros: esposos y esposas que ven hundirse su matrimonio y piden auxilio; jóvenes golpeados por la vida que esperan que alguien se les acerque para escucharles y pasarles una mano; jóvenes –tal vez adolescentes- que abortan presionadas por el miedo o la desesperación porque sus padres, familia y amigos las abandonaron a su suerte; personas que sufren porque quieren salir de una vida indigna –droga, alcohol, narcotráfico, prostitución…- y esperan a alguien que se acerque con compasión y cariño; alejados que desean reavivar su fe y no saben a quién acudir…
Y tantos y tantos que tú, amable lector, conoces. ¿Serás capaz de mirar a esas personas como las mira Jesús? Recuerda: “Jesús, no tienes ojos, tienes sólo mis ojos para mirar” ¡Qué importantes somos los unos para los otros! Por eso los apóstoles volvieron tan felices y le “contaron a Jesús todo lo que habían hecho y enseñado”. Cierto, el anuncio del Evangelio da alegría, como dice el Papa Francisco.

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