03 febrero 2015

Recursos Domingo V de Tiempo Ordinario

EL BARRIO DE LOS OLVIDADOS
El papa Francisco habla de los “descartes”. La fiebre del consumo y una sociedad estabilizada en el individualismo posesivo, nos conducen directamente a la indiferencia, a la insensibilidad. Hay muchas “suegras de Pedro”, arrinconadas y olvidadas en su enfermedad, en su ancianidad, en su soledad, abandonados a su suerte, enfermos de hospitales, residencias para la 3ª edad,.. Jesús “pasa haciendo el bien” con la ternura, con la “revolución de la ternura”…
1. UN TEXTO
La revolución de la ternura “El ideal cristiano siempre invitará a superar la sospecha, la desconfianza permanente, el temor a ser invadidos, las actitudes defensivas que nos impone el mundo actual… Mientras tanto, el Evangelio nos invita siempre a correr el riesgo del encuentro con el rostro del otro, con su presencia física que interpela, con su dolor y sus reclamos, con su alegría que contagia en un constante cuerpo a cuerpo. La verdadera fe en el Hijo de Dios hecho carne es inseparable del don de sí, de la pertenencia a la comunidad, del servicio, de la reconciliación con la carne de los otros. El Hijo de Dios, en su encarnación, nos invitó a la revolución de la ternura (Evangelii Gaudium 88)

2. UN TESTIMONIO
Jaime Garralda, S.J.
Jaime Garralda, jesuita, es el fundador de la ONG Fundación Padre Garralda-Horizontes Abiertos que lleva más de 30 años trabajando para que los colectivos más marginados de la sociedad tengan la posibilidad de acceder a una vida normalizada.
El padre Garralda nació en 1921 y a lo largo de su vida los “olvidados” han sido siempre su principal dedicación. Siendo todavía estudiante de Teología en Granada puso en marcha diferentes proyectos de ayuda a los ciudadanos más necesitados de las poblaciones de Albolote, Atarfe y Pinos Puente. Su estrecha relación con estas familias le hace valedor del título de “el padre de los gitanos” que todavía recuerda con orgullo.
Una vez ya sacerdote, el padre Jaime Garralda se hizo cargo del Hogar del Empleado, en Madrid, entre los años 1957 y 1964. Se trataba de toda una plataforma de acogida que prestaba asistencia a personas sin apenas recursos que, sobre todo, llegaban de las zonas del Sur de España.
En el año 1964 fue destinado a Centroamérica, donde puso en marcha una red de ayuda a los colectivos más necesitados, en Panamá.
De regreso a España, en 1966, se trasladó a vivir a un poblado chabolista en el barrio del Pozo del Tío Raimundo. En él invirtió 16 años de su vida conviviendo con las familias y conociendo de primera mano sus problemas: desempleo, enfermedades, drogas, alcoholismo. Durante estos años, inició también su trabajo con presos a los que prestaba ayuda durante los permisos penitenciarios.
En 1978, Jaime Garralda fundó la ONG denominada Horizontes Abiertos, para ayudar a los presos a rehacer sus vidas. Con el tiempo, las necesidades de los colectivos marginales de la sociedad llevaron a Jaime a desarrollar nuevos proyectos de ayuda a otros colectivos sociales como los enfermos de VIH/ SIDA, así como a personas drogodependientes, personas “sin techo”, o inmigrantes sin papeles.
Y escribe así:
“Me los puso el Señor en el camino.
Iba en busca de los pobres, siguiendo el Evangelio, y el Señor me mostró el “sótano de abajo”: los marginados.
Me instalé en un barrio mísero. Mi casita, con suelo de tierra y 20m2 nos acogía a mí y a tres o cuatro drogadictos. Así pasaron 30 años.
Ellos eran “el sótano de abajo”.
Los mismos. Exactamente los mismos que cita Jesucristo en el “juicio final” (Mt 35, 31-46). Desnudos = “sin techo”, peregrinos = inmigrantes; enfermos de enfermedad con rechazo; lepra = SIDA; drogodependencia; posesos = presos.
Y dice al que atienda a uno de esos: “Ven, bendito de mi Padre”.
¡Y es verdad!
3. UNA ORACIÓN
LAS HUELLAS DEL SEÑOR
Tú aligeras los pies del niño campesino
hacia la escuela desvencijada de la loma abandonada.
Sustentas la pancarta de la madre angustiada
que deja el fogón apagado para exigir precios justos.
Eres palabra nazarena en la gramática torpe
del catequista fiel y verdadero.
Alientas la alegría del tullido viejo
que me recibe en su camastro de miseria y agonía.
Gritas justicia en el desalojado del barrio
cuando le quieren robar su vida con una firma de burla.
Eres gratuidad pura y discreta en la mujer pobre
cuando regala en silencio la moneda que necesita.
Te asomas en los ojos que han salvado su ternura
en medio de un rostro tallado a golpes de injusticia.
Vives en el corazón del cortador de caña,
donde fermenta la ira digna
entre golpes mal pagados de machete.
«En su debilidad se manifiesta tu fuerza».
Desde ellos nos salva la Buena Noticia.
Benjamín González Buelta, sj.
“La transparencia del barro”,
Ed. Sal Terrae, Santander 1989, p.ag. 43.

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