20 febrero 2015

Liturgia 20 febrero




Viernes después de Ceniza

Morado


Antífona de entrada         Sal 29, 11

Escucha, Señor, ten piedad de mí; ven a ayudarme, Señor.

Oración colecta     

Dios nuestro, acompaña con tu benevolencia los comienzos de nuestro camino penitencial, para que nuestras prácticas exteriores expresen la sinceridad de nuestro corazón. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.

Lectura         Is 58, 1-9a

Lectura del libro de Isaías.

Así habla el Señor Dios: ¡Grita a voz en cuello, no te contengas, alza tu voz como una trompeta: denúnciale a mi pueblo su rebeldía y sus pecados a la casa de Jacob! Ellos me consultan día tras día y quieren conocer mis caminos, como lo haría una nación que practica la justicia y no abandona el derecho de su Dios; reclaman de mí sentencias justas, les gusta estar cerca de Dios: “¿Por qué ayunamos y tú no lo ves, nos afligimos y tú no lo reconoces?”. Porque ustedes, el mismo día en que ayunan, se ocupan de negocios y maltratan a su servidumbre. Ayunan para entregarse a pleitos y querellas y para golpear perversamente con el puño. No ayunen como en esos días, si quieren hacer oír su voz en las alturas. ¿Es este acaso el ayuno que yo amo, el día en que el hombre se aflige a sí mismo? Doblar la cabeza como un junco, tenderse sobre el cilicio y la ceniza: ¿a eso lo llamas ayuno y día aceptable al Señor? Éste es el ayuno que yo amo –oráculo del Señor–: soltar las cadenas injustas, desatar los lazos del yugo, dejar en libertad a los oprimidos y romper todos los yugos; compartir tu pan con el hambriento y albergar a los pobres sin techo; cubrir al que veas desnudo y no despreocuparte de tu propia carne. Entonces despuntará tu luz como la aurora, y tu llaga no tardará en cicatrizar; delante de ti avanzará tu justicia, y detrás de ti irá la gloria del Señor. Entonces llamarás, y el Señor responderá; pedirás auxilio, y él dirá: “¡Aquí estoy!”.

Palabra de Dios.


Comentario

“Dar de comer al hambriento” no es simplemente pasarle algo de comida para calmar el hambre, o esperar un reconocimiento por lo que estoy haciendo. “Dar de comer al hambriento” es, ante todo, sentirse hermana o hermano de quien padece una situación de injusticia y desigualdad. No le estoy regalando nada, estamos compartiendo lo que por derecho nos corresponde a todos. Y estoy recibiendo todo lo de humanidad que mi hermano o mi hermana, que está viviendo una situación tan indigna, tiene para ofrecerme. Porque el gesto de compartir el pan, si es hecho sincera y amorosamente, puede resultar sanador para todos, además de ser una bendición… “Vengan, benditos de mi Padre… porque tuve hambre, y ustedes me dieron de comer” (Mt 25, 34-35).


Salmo 50, 3-6a. 18-19

R. ¡Tú no desprecias un corazón contrito, Señor!
¡Ten piedad de mí, Señor, por tu bondad, por tu gran compasión, borra mis faltas! ¡Lávame totalmente de mi culpa y purifícame de mi pecado! R.

Porque yo reconozco mis faltas y mi pecado está siempre ante mí. Contra ti, contra ti solo pequé e hice lo que es malo a tus ojos. R.

Los sacrificios no te satisfacen; si ofrezco un holocausto, no lo aceptas: mi sacrificio es un espíritu contrito, tú no desprecias el corazón contrito y humillado. R.

Versículo     cf. Am 5, 14

Busquen el bien y no el mal, para que tengan vida, y así el Señor estará con ustedes.

Evangelio     Mt 9, 14-15

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo.

Se acercaron a Jesús los discípulos de Juan Bautista y le dijeron: “¿Por qué nosotros y los fariseos ayunamos mucho mientras que tus discípulos no ayunan?”. Jesús les respondió: “¿Acaso los amigos del esposo pueden estar tristes mientras el esposo está con ellos? Llegará el momento en que el esposo les será quitado, y entonces ayunarán”.

Palabra del Señor.

Comentario

Jesús conocía perfectamente las prácticas del ayuno de sus contemporáneos. Y también conocía la falsedad que podía haber en esas privaciones, tal como lo denunció el profeta Isaías. Jesús, entonces, señala algo más importante que esta práctica piadosa: su presencia en medio de nuestra comunidad, que es lo que realiza el encuentro con Dios. Ayunando o no ayunando, lo que nuestra vida cristiana debe testimoniar es que Jesús está en medio de nosotros.

Oración sobre las ofrendas       

Te ofrecemos, Señor, el sacrificio de nuestra observancia cuaresmal; que él nos haga más gratos a tus ojos y más generosos en la práctica de la penitencia. Por Jesucristo, nuestro Señor.


Antífona de comunión       Sal 24, 4

Muéstranos, Señor, tus caminos; enséñanos tus senderos.

Oración después de la comunión

Te pedimos, Dios todopoderoso, que la participación en tus misterios nos purifique de todo pecado y nos disponga a recibir los dones de tu bondad. Por Jesucristo, nuestro Señor.


Oración sobre el pueblo  (Facultativa)

Dios misericordioso, concede a tu pueblo agradecer siempre tus beneficios y, al recordarlos en su peregrinación por la tierra, prepararse para alcanzar la visión perpetua de tu rostro. Por Jesucristo, nuestro Señor.

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