22 febrero 2015

Las pruebas de la misión

1. El relato de las tentaciones de Jesús, situado por los evangelistas en un momento crucial entre su bautismo y el comienzo de su ministerio público, es una página teológica admirable por su densidad. Es lógico que Jesús, después de su aparición pública en la escena bautismal, medite y considere el compromiso de su misión. Y es igualmente lógico que revele a sus discípulos y a todos los cristianos el nivel profundo de las decisiones básicas.
2. Las tentaciones de Jesús ocurren durante una cuarentena, imagen del tiempo de la vida humana, y en el desierto, tierra desolada y árida, sin seguridad, morada de Satanás (en hebreo) o del Diablo (en griego), que significa adversario, es decir, el que se opone al proyecto de Dios. Jesús es un hombre encarnado, situado en el corazón del mundo y de la historia, pero con la plenitud del Espíritu de Dios. Aparece más como vencedor que como tentado; la iniciativa es del Espíritu más que del tentador. La escena no tiene testigos, y las tentaciones van dirigidas al núcleo fundamental de la personalidad de Jesús. Se trata de la prueba mesiánica del Salvador, de su vocación liberadora. Tanto sus discípulos como los escribas se preguntan qué espíritu es el que posee Jesús. Se ventila en este episodio lo más genuino del misterio de Dios: su proyecto de amor.
3. La cuarentena es para nosotros un tiempo de desierto, en el que se prueban o verifican la fe y la conversión. La desnudez desértica nos sitúa entre la esclavitud y la libertad, con una condición básica para elegir bien: oír la voz de Dios. Es necesario llegar al subsuelo de nuestros instintos o pulsiones para distinguir la llamada del Espíritu de la insinuación diabólica. De hecho, todo cristiano comprueba a lo largo de su vida distintos cambios; observa que precisamente en las horas cruciales de estos cambios es sometido a prueba. A veces no sabe si la tentación le viene del Espíritu de Dios o del espíritu diabólico. Parece que los dos espíritus, entremezclados, lo someten a tentación o lo ponen a prueba. En el fondo, se trata de elegir entre, por una parte, la gana, el orgullo y el dominio y, por otra, la palabra, la fe y el servicio. Es tensión entre dos opciones: la fácil y agradable según la carne, profundamente egoísta e individual (el endiosamiento propio), o la del esfuerzo y el servicio según el Espíritu, hondamente personal y social (la adoración de Dios)Vencida la tentación, Cristo opta por anunciar el reino de Dios y llevarlo a caboCristiano es quien rechaza la tentación, se convierte al reino y cree en la buena noticia.
 
REFLEXIÓN CRISTIANA:
¿Qué espíritu es el que nos mueve a nosotros?
Casiano Floristán

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