20 febrero 2015

Comentario al Evangelio de hoy, 20 febrero



Fernando Torres Pérez, cmf
       El tema del ayuno es un poco complicado. O no. Alguno me diría que basta con abstenerse de tomar carne los viernes de Cuaresma, además del Miércoles de Ceniza. ¿Dónde está la complicación? Visto así es realmente sencillo. Es algo realmente mecánico. No se come carne y ya se cumple. Claro que así llegamos al “cumplimiento”, que es siempre un poco de “cumplo” y de “miento”. Una vez más estamos diciéndonos mentiras a nosotros mismos. Si ese es el ayuno que vamos a hacer, mejor no hagamos nada. Quizá quiere decir, en el fondo, que hemos entendido muy poco o nada del Evangelio. 
      Porque ser cristiano no es cumplir una serie de normas externas. Es dejar que el mensaje del Reino nos llegue al corazón y actuar en consecuencia. No basta con ir a misa los domingos. Ni con ayunar los viernes de Cuaresma. Ni con recitar como un loro un padrenuestro y tres avemarías cada mañana. Ser cristiano es seguir a Jesús y amar a los hermanos y hermanas como él nos amó. Eso está muy por encima de unas cuantas reglas automáticas. 
      Vayan a la primera lectura y lean con atención. Ya en época del profeta Isaías había quienes ayunaban y se mortificaban, se vestían de saco y dormían sobre ceniza. A esos les dice Isaías que el ayuno que Dios quiere no es ese sino “abrir las prisiones injustas, dejar libres a los oprimidos, partir tu pan con el hambriento, hospedar a los pobres sin techo, vestir al que va desnudo y no cerrarte a tu propia carne.” Con estas palabras no hacen falta muchas explicaciones. 

      Jesús viene a decir lo mismo. Sólo ayunan los que no tienen al novio consigo. Los que sienten viva la presencia del novio, como Jesús está vivo en medio de nosotros, no nos ocupamos de ayunar sino de construir la fraternidad, de compartir lo que tenemos con los hermanos. Eso, claro, exige sacrificio, compromiso, esfuerzo y trabajo. El verdadero ayuno es dejar de mirar sólo por nuestro propio interés y trabajar por el reino, la justicia y la paz. Dejaremos de comer carne si nuestro hermano tiene más necesidad que nosotros. Y compartiremos con alegría lo que tenemos. Ese es el ayuno que Dios quiere. En tiempo de Cuaresma y en todo tiempo.

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