18 abril 2014

Mi mundo no es de este mundo

LECTURA DEL DÍA
Destacamos algunos párrafos:
“¿Eres tú el rey de los judíos?” Jesús le contestó: “¿Dices eso por tu cuenta o te lo han dicho otros de mí?” Pilato replicó: “¿Acaso soy yo judío? ... “Mi reino no es de este mundo... Pilato le dijo: “Conque, ¿tú eres rey?” Jesús le contestó: “Tú lo dices: soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz”. Pilato le dijo: “Y ¿qué es la verdad?”

Tomaron a Jesús, y él, cargando con la cruz, salió al sitio llamado “de la Calavera” (que en hebreo se dice Gólgota), donde lo crucificaron; y con él a otros dos, uno a cada lado, y en medio, Jesús...
Junto a la cruz de Jesús estaba su madre, la hermana de su madre, María, la de Cleofás, y María, la Magdalena. Jesús, al ver a su madre y cerca al discípulo que tanto quería, dijo a su madre: “Mujer, ahí tienes a tu hijo”. Luego, dijo al discípulo: “Ahí tienes a tu madre”. Y desde aquella hora, el discípulo la recibió en su casa.
Después de esto, sabiendo Jesús que todo había llegado a su término, para que se cumpliera la Escritura dijo: “Tengo sed”... Jesús, cuando tomó el vina- gre, dijo: “Está cumplido”. E, inclinando la cabeza, entregó el espíritu.
Jn 18, 1 – 19,42
REFLEXIÓN
La muerte de Jesús fue una muerte injusta. Terrible. La crueldad y el absurdo se enseñorean en el relato. Jesús es condenado a muerte, azotado, vejado y crucificado... Los poderes político y religioso actúan con total impunidad. Y a pesar de eso, Jesús se presenta sereno, capaz incluso de confrontar a Pilatos.
San Juan es un testigo de primera línea, uno de los que estuvo al pie de la cruz, y narra, con muchos detalles, las últimas horas del Jesús. En medio de la Pasión, el que es Testigo descubre la presencia de Dios y el cumplimiento de su Palabra. Su testimonio busca animar la fe de los discípulos: Todo tiene un sentido para el que cree, pues nada queda fuera del plan de Dios.
La celebración del Viernes Santo no es una celebración de derrota, sino de victoria, pues sabemos que Dios vence la muerte y que, al final, la Vida se impone por encima de todo.
ORACIÓN
No eres el Dios-con-nosotros terrible,
sino el Dios vencido por la ternura
que acoges y restauras la vida
hasta de tus propios asesinos.
Enséñame, cada día,
a vencer el miedo al sufrimiento
con la fuerza que mana de tu Cruz,
y que mi soledad se refugie en ti.
Dame la fuerza para que te asalte
en este misterio de Amor,
que sea cómplice de sueños
y hermano de Cruz,
para que ésta transforme
nuestra historia, incluso
los pequeños acontecimientos de cada día.
Señor Jesús,
qué has prometido el paraíso
al malhechor que te habló
desde su cruz junto a la tuya,
acuérdate también de mí,
ahora que estás en tu Reino.
Haz que llegue, consoladora,
tu promesa de vida eterna
y de eterno amor a cada mujer
y a cada hombre que afronta
el acontecimiento de su muerte.
A ti, Jesús, el condenado,
el del rostro acogedor,
dirige tu mirada a tus discípulos;
dame, en medio de los sufrimientos,
la audacia y la alegría de acogerte
y seguirte con confiado abandono.
Cristo, compañero de ruta,
fuente de vida,
de toda gracia y de toda belleza,
concédeme contemplar
tu rostro sonriente,
rostro de quien salva al mundo
y lo guía hacia el Padre. Amén.
Pbro. Antonio Díaz
ENTRA EN TU INTERIOR
Muchos, al igual que Jesús, están muriendo de manera injusta y terrible, condenados por la crueldad y el absurdo de los poderes de nuestro tiempo. Ponles cara en un momento de interiorización: Alepo, Lampedusa, Sur Sudán, Centroáfrica... Pero corremos el peligro de acostumbrarnos y pensar que esas muertes, como la de Jesús, están lejos en el tiempo. Desdramatizamos la muerte para no sentir la vergüenza de reconocer que muchas veces apoyamos a los asesinos, en lugar de ponernos al lado de las víctimas. ¿Ayudamos a los que sufren a cargar su cruz? ¿Somos solidarios y compasivos con los crucificados de nuestro mundo como lo fueron José de Arimatea y Nicodemo?
ORACIÓN FINAL
Al pie de la Cruz, como Juan, te pedimos Señor fortaleza para proclamar, con nuestras palabras y nuestra vida, que el amor vence al odio, y la Vida de Dios es más fuerte que los poderes que siguen generando muerte en nuestro mundo de hoy. Amén.

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