11 abril 2014

Homilías para el Jueves Santo

1.- ¡MERECIÓ LA PENA!

Por Javier Leoz

Era el grito de un soldado que, después de una dura batalla contra el enemigo, se escuchaba entre los riscos de la montaña: “¡Victoria! ¡Mereció la pena! Los cristianos a dos mil años de aquel gran acontecimiento que ha marcado a toda la humanidad, también proclamamos y cantamos en la oscuridad de esta noche: ¡La pasión y muerte de Jesús mereció la pena! ¡Su victoria, sobre la muerte, es victoria sobre la muerte de todos nosotros!


1.- Estamos celebrando la “madre de todas las vigilias”. Estamos, sin olvidar la maravillosa noche de Belén, ante la noche más generosa y salvífica de la vida cristiana: la mano potente de un Dios que nunca abandona rompe en mil pedazos el absurdo de la muerte y, de la tiniebla, nos hará pasar a la luz.

En Jueves Santo hablaba el amor; en Viernes Santo hablaba el silencio que se desangraba en la cruz y en Sábado Santo, en esta Vigilia Pascual, la Iglesia proclama lo que vive y siente: ¡Cristo ha resucitado! ¡Aleluya! ¡Mil veces aleluya!

-Seguiremos con los mismos problemas de siempre, pero con la fe en la Resurrección, seremos más fuertes y con más hombro para soportarlos y hacerles frente.

-Tendremos hambre y sed de justicia, pero desde la fe, sabremos que la hemos de conquistar buscando el bien del otro y no sólo el particular.

-Vendrán a nuestro encuentro, como ocurrió con Tomás o con los de Emaús, dudas o desencanto, pero arropados por la fe comprenderemos que Cristo está en medio de nosotros como Alguien vivo, activo, operativo y comprometido con nosotros. ¿Seremos capaces de reconocer los signos de su presencia allá donde estamos? Una vez más, y con la voz del Papa, afirmamos: “No podemos ceder ante el pesimismo”.

2.- Hoy, en esta Vigilia Pascual, los signos nos hablan de vida, de frescura, de renovación, de fiesta, de esperanza. Hoy, en esta Vigilia Pascual, nos sentimos centinelas con los ojos abiertos contemplando algo insólito: ¡Cristo ha resucitado! Hoy, a cambio de nuestro abandono, traición, incoherencia o contradicciones personales y hasta eclesiales, el Señor nos devuelve todo lo contrario: existencia totalmente nueva.

La Vida que surge del sepulcro no es un revivir sino un resucitar para que, nosotros, también lo hagamos junto con Él. Aquí se sostiene el meollo de nuestra fe. Creer en ello, en la Resurrección, nos infunde valor en la lucha, alegría en el trabajo, ilusión en el caminar y -sobre todo- razón para nuestra fe: teniendo tanto por delante, para el día de después de nuestra muerte, nos invita a CREER EN CUERPO Y ALMA. ¡Aleluya! ¡Mil veces aleluya! ¿Católicos que no creen en la Resurrección de Cristo? ¡Imposible! Ni son católicos ni mucho menos son cristianos. Es como quedarse en la presentación de un libro sin aventurarse a leer su contenido.

3.- Si en el día de la Ascensión, los discípulos se quedarán plantados mirando hacia el cielo, nosotros en esta noche tenemos un reto: ¿Cómo hacer presente este anuncio a los que ha perdido el norte de su fe? ¿Cómo llevar, este regalo de vida, a los que viven pensando que todo acaba aquí y ahora? Por eso mismo, esta Vigilia Pascual, nos ha de inyectar tres sueros divinos:

-Testimonio del resucitado. Si decimos creer en Cristo es porque, en algún momento, hemos sentido su presencia. No podemos acallar esos sentimientos. Vayamos y, en nuestras casas, que se note que venimos radiantes e iluminados por el fulgor de esta noche.

-Convencimiento de lo que hemos celebrado. Esta liturgia no se puede quedar en la belleza o profusión simbológica. Aquí, hoy, palpamos el triunfo de Cristo sobre la muerte. Somos unos convencidos de la suerte que nos espera. No creemos para ser buenos o malos. Creemos para poder resucitar con Cristo y en Cristo.

-Alegría. Un cristiano, lo decía San Agustín, no puede vivir tristemente su fe. ¿Dónde hemos dejado la alegría cristiana? Jesús, al resucitar, nos presenta un horizonte de eternidad. Nos invita a mirar más allá de la temporalidad de nuestro cuerpo. Nos empuja a esforzarnos por un mundo mejor pero sin caer en el puro humanismo sin Dios. Nos promete algo que nadie, sino Él, puede poner al alcance de nuestra mano: el cielo. Eso se ha de manifestar en una actitud interna y externa de alegría. Que allá donde nos encontremos, por nuestra forma de ser, de desvivirnos, expresarnos y sonreír, la gente note que no solamente hemos celebrado la Pascua del Señor sino que, en esa Pascua, nos hemos encontrado cara a cara con Él. ¡FELIZ PASCUA DE RESURRECCIÓN! ¡SEAMOS CENTINELAS DE ESTA GRAN NOTICIA!

4.- ¡CON TU VICTORIA, SEÑOR!

Saldremos de la oscuridad de la noche

a un inmenso paraíso en el que, sólo, existe el día

Con tu victoria sobre el pecado

intentaremos ser mejores buscando lo santo y bueno

Con tu victoria sobre el mal

nos alejaremos de los senderos que alejan de Ti

De la tiniebla que nos confunde

Del error que nos debilita

De la desilusión que nos paraliza



¡CON TU VICTORIA, SEÑOR!

Nuestro cuerpo, además de humanidad,

destilará ansias de eternidad

De una nueva ciudad y de un nuevo rostro

de un mañana mejor y de una felicidad fecunda

de un futuro en el que, de verdad,

podamos decir que somos felices

¡CON TU VICTORIA, SEÑOR!

La muerte será una siesta de una tarde

un descanso para levantarnos en mañana de Pascua

un silencio para, luego, explotar en palabras de gloria

una humillación para, a tu voz,

estallar en existencia sin tregua, final ni llanto



¡CON TU VICTORIA, SEÑOR!

Se alegra tu Iglesia toda

esa Iglesia que, de tu costado,

sabe nutrirse de la fortaleza para el duro combate

Se asombra tu Iglesia toda

al verse inundados los ojos de sus hijos

por tan luminosa claridad de tu Pascua

¡CON TU VICTORIA, SEÑOR!

¡SIEMPRE TU VICTORIA!

Nos trae juventud y anhelos de justicia

de futuro sin nubarrones a nuestra existencia

Nos lleva, oh Señor, a descubrir que DIOS

aguarda con los brazos abiertos

a todos los que en la tierra le buscan y no le olvidan

¡TU VICTORIA, SEÑOR!

2.- SIGNOS DE VIDA

Por José María Martín OSA

1.- ¡Feliz Pascua a todos! Celebrar la Pascua no es cuestión de recordar el acontecimiento que cambió el rumbo de la historia humana. Celebrar la Pascua es injertarnos nosotros en ese movimiento que grita a este mundo injusto que otra sociedad sí es posible; que otra manera de relacionarnos sí es posible; que otra manera de vivir y compartir sí es posible. Que la misericordia, el perdón, la ternura y el servicio en bien de los más necesitados es el camino a la vida abundante de Dios. Gritar al mundo que la guerra, la violencia, la arrogancia, la opresión y la exclusión sólo engendran miedo y muerte entre los pueblos y la familia humana. Para nosotros los cristianos la Resurrección es la respuesta de Dios ante un Jesús de Nazaret que parecía ser todo un fracaso. Ante el vil asesinato de Jesús, planificado y ejecutado por las autoridades políticas y religiosas, Dios no pudo permanecer callado; Dios rompió su silencio para decirles a los verdugos de todos los tiempos que ellos no tendrán la última palabra. Con la resurrección de su Hijo Dios manifiesta al mundo que la solidaridad y el amor, que el perdón y la misericordia, que la fraternidad y la igualdad prevalecerán sobre el poder económico y el poder religioso. La resurrección de Jesús es el grito de Dios a toda la humanidad de que la maldad, la violencia, la guerra y la muerte de los fuertes sobre los débiles, de los grandes sobre los pequeños, jamás triunfarán sobre la tierra.

2.- La victoria de Jesús continúa hoy. Creer en la Resurrección no es creer en un hecho pasado. La victoria de Jesús no se puede reducir a una acción pasada. Celebrar la Pascua no es recordar un acontecimiento del pasado como recordamos el día de la bandera o el cumpleaños de un personaje histórico. Celebrar la Pascua es tomar conciencia de que también nosotros estamos llamados a resucitar a una vida nueva. La victoria de Jesús continúa hoy en todo creyente que es capaz de abrirse al poder de Dios. Creer en la Resurrección es creer en la acción de Dios en la historia; Es creer en el poder de Dios que actúa en los pequeños e indefensos; Es creer que la lucha a favor de la vida de los pobres y desvalidos es mucho más fuerte que las bombas más poderosas de cualquier nación o pueblo. Es creer que hasta de lo más débil y frágil, Dios puede hacer surgir algo nuevo. Hasta la persona más aplastada por el pecado, Dios puede levantarla y convertirla en discípulo.

3.- El camino de Jesús. Creer en la Resurrección es ser capaz de romper con la mezquindad y la mediocridad que todavía queda en nosotros. Es poner la fraternidad por encima de rituales, por encima de movimientos y grupos, por encima de tantas pequeñeces que con frecuencia nos apartan unos de los otros. Es sentir que pertenezco a la comunidad cristiana; que en ella soy acogido y amado; que en mí no hay exclusión para nadie. Es echar fuera de mí todo egoísmo, toda hipocresía, todo orgullo, todo miedo, todo aquello que no me deja ser yo mismo. Es sabernos protagonistas de esta historia, injertados y sumergidos en el camino de Jesús. Un camino que es de lucha, pero también de esperanza y amor. Un camino que da plenitud al hombre y a la mujer y nos abre al gozo de la creación, liberándonos de la maldad para conducirnos hacia la gran fiesta del Reino eterno.

4.- VIVIR HOY la Resurrección. Estamos viviendo la vida del Resucitado. Jóvenes que, en vez de estar en la playa o viendo TV, comparten la Pascua Juvenil y en las celebraciones del Triduo Pascual es señal de que el Resucitado está actuando en ellos. Un equipo de personas que se olvidan de su propia vida personal para acompañar a los jóvenes en la Pascua Juvenil –también ellos ya están viviendo la Resurrección. Y hay otras personas que a lo mejor no pueden realizar ciertos trabajos, sin embargo, se encargan de traer café, leche, jugos, donas, y bizcocho para que otros puedan hacer el trabajo. Eso también es vivir la resurrección. Dar de nuestro tiempo y nuestros talentos sin esperar nada a cambio –eso también es vivir hoy la resurrección. ¡Cristo ha resucitado! ¡Aleluya, Aleluya!

3.- LA NOCHE DEL FUEGO Y DE LA LUZ

Por Gabriel González del Estal

1.- Los cristianos de los primeros siglos lo tenían muy claro: la noche del sábado santo era la noche más importante del año, era la noche, la noche del fuego y de la luz de Cristo. Más importante aún que la noche de Navidad. En la noche de Navidad celebramos el nacimiento del Señor, pero, como se nos dice en el Pregón Pascual, ¿de qué nos serviría haber nacido, si no hubiéramos sido rescatados? Ellos vivían la noche de Pascua como una noche mágica, como una explosión de luz salvadora y liberadora, como el anuncio de una libertad largamente deseada. Las imágenes más preferidas para expresar el sentido y el significado teológico de esta noche santa eran el fuego y, consiguientemente, la luz. Sabemos que la iglesia quiso que la celebración de la fiesta de Navidad se celebrara el día 25 de diciembre porque ese era el día en que los paganos celebraban la fiesta del sol naciente. En esta noche queremos seguir viendo a Cristo como nuestra luz, como nuestro sol invicto, que nos iluminó definitivamente con el resplandor de su luz en la noche en que, rotas las cadenas de la muerte, ascendió victoriosamente al cielo. Por eso, la Iglesia llama dichosa a esta noche, porque sólo ella conoció el momento en que Cristo resucitó de entre los muertos. Será una noche clara como el día, la noche iluminada por el gozo.

2.- Pascua significa “paso” y en esta noche celebramos el paso de la muerte a la vida, la victoria de nuestro Salvador sobre la muerte. Por eso, en esta noche eran bautizados los catecúmenos. ¡Con qué íntimo gozo, con qué fervor salían los catecúmenos de la fuente bautismal, habiendo dejado en ella sepultados sus pecados! Eran vestidos con una túnica blanca, una túnica inundada de una luz, de una gracia y de un resplandor espiritual. Así vestidos, los catecúmenos entraban en la iglesia, y, en ese momento, todo el templo estallaba y resplandecía de luz, de alegría y de canciones de alabanza al Dios Salvador y liberador. Para los catecúmenos este era el momento más emotivo y más importante de su vida. En esta noche santa veían cómo el Señor había ahuyentados sus pecados, lavado sus culpas, y les había devuelto la inocencia.

3.- Nosotros, los cristianos de este siglo XXI, debemos vivir también esta noche de Pascua con la alegría de saber que Cristo quiere seguir siendo para nosotros fuego y luz, camino, verdad y vida. En esta noche santa hemos encendido el cirio pascual, la Luz de Cristo. Necesitamos que Cristo siga encendiendo en nosotros el fuego de su amor, la luz de la inteligencia, para que la llama del cirio vivo y encendido de nuestro corazón siga ardiendo e iluminando nuestras vidas y la vida de todas aquellas personas a las que amamos. El amor, como la llama, no mengua al repartirse, sino que se multiplica y crece. En esta noche santa, vamos a pedirle al Señor del fuego y de la luz, que ilumine los corazones y las inteligencias de todos los gobernantes del mundo, para que a nadie falte el calor de una mirada atenta y de una mano generosa, para que nadie muera por falta de pan, de ternura y de misericordia, para que brille siempre en el mundo el fuego del amor y de la generosidad. Encendamos en el corazón de todas las personas del mundo la luz y la llama de este cirio pascual, la Luz de Cristo, para que arda e ilumine la vida de todas las personas de buena voluntad.

4.- ID APRISA A DECIR QUE HA RESUCITADO

Por Pedro Juan Díaz

1.- Hermanos y hermanas, en este momento de fiesta, el más importante de nuestra vida cristiana, confesamos, una vez más, que Jesús ha resucitado. Es la razón de ser de nuestra fe y de nuestra vida. Hemos vivido con intensidad estos días de su pasión y muerte y ahora celebramos con gozo su resurrección.

2.- Comenzábamos el domingo de Ramos preguntándonos: “¿Quién es este?”. Era la reacción de la gente que veía entrar a Jesús, aclamado como el Mesías, en la ciudad santa de Jerusalén. Los mismos que le aclamaban, después le empujarían a la cruz. Para prepararse a ese momento, Jesús reunió a sus discípulos y cenó con ellos. Pero antes, les lavó los pies a cada uno. Luego les preguntó: “¿Comprendéis lo que he hecho?”. La herencia que Jesús nos dejó fue el amor como norma de vida, concretado en el servicio a los hermanos. A partir de ahí, se desencadenó la tragedia. Jesús fue apresado, juzgado y condenado. Pilatos lo presentó a la gente diciendo: “Aquí lo tenéis”. Pero no parecía ni siquiera un hombre. Y todos le abandonaron. Y murió en la Cruz, apenas acompañado por su madre, un par de mujeres y el discípulo amado.

3.- Han sido los tres días más largos de la historia de la humanidad. Ha sido como un contener la respiración para ahora gritar con fuerza que el sepulcro está vacío, que Él no está allí. Y asomarse y ver las vendas en el suelo, y el sudario enrollado en un sitio aparte. Ver el sepulcro vacío y creer con todas nuestras fuerzas. Y escuchar la voz del ángel que nos anuncia: “No está aquí: HA RESUCITADO, como había dicho… id aprisa a decir a sus discípulos: ‘Ha resucitado de entre los muertos’…”.

4.- Contemplamos a las mujeres, que corren alegres e impresionadas, para dar la noticia a los discípulos. Es la mejor noticia de sus vidas. Les ha cambiado la vida para siempre. Y a nosotros también. Hoy es noche (día) de correr y gritar de alegría. Jesús nos sale al encuentro y nos dice: “¡ALEGRAOS!”. Aquellas mujeres se tiraron a sus pies y le abrazaban. Jesús les dijo: “No tengáis miedo: id a comunicar a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán”. Es día de carreras, de ir corriendo a ver a los discípulos, a ver el sepulcro vacío, a dar la noticia. Es tiempo de ponerse en marcha, de salir, de anunciar, de gritar con nuestras vidas que Jesús ha resucitado. Hay que decirlo deprisa, rápido, todo el mundo se debe enterar. Porque “hasta entonces no habían entendido la Escritura: que Él había de resucitar de entre los muertos”. Ahora ya lo hemos entendido y hay que compartirlo y vivirlo.

5.- Hoy es día también de dar gracias por nuestro Bautismo, que nos ha unido a la resurrección de Jesús, para que “así como Cristo fue resucitado de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en una vida nueva”. Y vamos a unir a María, que va a ser bautizada en esta noche, a esa vida nueva de Jesús resucitado, para que descubra, por la fe, que es parte de una gran familia, la de los hijos e hijas de Dios, que Jesús ha unido para siempre con su resurrección. Ahora que estamos unidos a la resurrección de Jesucristo, estamos llamados a vivir de una manera nueva, a dejar atrás nuestra vida de pecado, que ha quedado crucificada, y renacer a una vida nueva. Por eso ahora renovaremos nuestro Bautismo como signo de la vida nueva que queremos vivir, unidos a Jesús resucitado. Y daremos gracias a Dios en la Eucaristía, memorial de su muerte y de su resurrección. Hoy, más que nunca, es día de vivir la Eucaristía con intensidad, con acción de gracias, con fe, con el compromiso de vivir de cara a los hermanos, a los más necesitados, de cara a los pobres, que son el rostro de ese Dios que ha hecho el gran signo de la resurrección de Jesús para que todos tengamos vida en abundancia.

Demos gracias a Dios por tanto… por todo… y renovemos las promesas de nuestro Bautismo.

6.- RENOVACIÓN DE LAS PROMESAS BAUTISMALES:

¿Renunciáis al pecado para vivir en la libertad de los hijos e hijas de Dios?

¿Renunciáis a creeros superiores a los demás, a inhibiros ante las injusticias, a vivir en la violencia y el egoísmo, a la envidia, al odio, a la pereza, a la cobardía, a la tristeza, a la desconfianza, a la falta de fe, de esperanza y de amor?

¿Renunciáis a Satanás, que es el autor del pecado?

¿Creéis en Dios, Padre todopoderoso, creador del cielo y de la tierra?

¿Creéis en Jesús de Nazaret, el Mesías, Hijo de Dios, que nació de María Virgen, pasó por el mundo haciendo el bien, murió, fue sepultado, y al tercer día resucitó de entre los muertos y se quedó con nosotros para siempre acompañando nuestras vidas?

¿Creéis en el Espíritu Santo, en la gran familia de los cristianos que es la Iglesia, en la comunión de los santos, en el perdón de los pecados, en la resurrección de los muertos y en la vida eterna?

ESTA ES NUESTRA FE, ESTA ES LA FE DE LA IGLESIA QUE TODOS JUNTOS NOS GLORIAMOS DE PROFESAR EN CRISTO JESÚS SEÑOR NUESTRO. AMÉN.

¿Queréis, por tanto, que vuestra hija (…) sea bautizada en la fe de la Iglesia que todos juntos acabamos de profesar?

5.- LA LUZ VERDADERA VUELVE A ENCENDER FUEGO Y CALOR

Por Antonio García-Moreno

SÁBADO SANTO.- "Al principio creó Dios el cielo y la tierra. La tierra era un caos informe..." (Gn 1, 1-2) Esta noche se recuerda el momento antes de la creación, cuando sólo había tinieblas y desorden, vacío y nada, caos cósmico. Un todo informe, aguas turbulentas y oscuras, tinieblas y sepulcral silencio, nada vivo, todo muerto...Y tu Espíritu, tu Hálito, tu Aliento, inició su vuelo sobre el torrente de las aguas negras, muertas. La Palabra de Dios rompió el silencio de la eternidad. Haya luz, se oyó por vez primera en el profundo y sórdido caos del universo. Y la luz nació. Primero con tonos rojizos, luego el color avanzaba, cambiando a tonalidades de vivo rosicler.

La noche retrocedió impotente ante el avance de la luz. Se iniciaba la creación, nacía la vida, se abría esplendente la historia del mundo... Y las tinieblas volvieron, el caos, el silencio de la muerte, las aguas podridas. Ahora el desconcierto era mayor entraron los personajes del odio y la envidia, de la ambición y los bajos instintos desatados. El pecado y la muerte ensombrecieron el grandioso espectáculo de la creación... De nuevo la Palabra, otra vez el Espíritu, el amor del Padre, la Luz verdadera vuelve a encender fuego y calor, la vida avanza...

6 - ¿CREEMOS EN LA RESURRECCIÓN O NO CREEMOS?

Por José María Maruri, S. J.

1. - Desde que nuestra sociedad comenzó a darse cuenta de que no éramos libres, que andábamos reprimidos, se empezó a hablar y a trabajar en contra de todo tabú: el tabú del sexo, el tabú del porro y las drogas, el tabú de los padres y maestros…

Pero ha quedado un tabú, del que es tabú hablar y es el tabú de la muerte. Digo, de él también se habla, pero no para librarnos de él, sino para, por eutanasia, poner la pesada losa de la muerte cuanto antes sobre los que no tienen remedio.

 2.- Sólo ha habido un hombre en la Historia que se ha atrevido a hablar en contra del tabú de la muerte. El que se ha llamado a sí mismo: verdad y vida. Resurrección y vida. El que ha prometido vida eterna a los que creen en Él.

 Jesús Dios es el único que puede prometer, sin aplicaciones políticas ni concesiones a la galería, que puede acabar con el tabú de la muerte con la idea de que pasaremos de esta vida, a través de la muerte, a una vida inacabable.

--Jesús no escamotea la muerte. Pasa por ella, pero la vence.

--Jesús no nos enseña a morir dignamente y a quedarnos en la tumba. Nos enseña que la muerte es un dintel oscuro entre dos habitaciones llenas de vida; que la muerte es una frontera entre dos vidas, que la muerte es un puente que une la orilla de la vida mortal con la orilla de la eternidad; que la muerte es el traqueteo del tren al entrar en esa estación del Reino de la Vida y de la vida eterna y que es una mera transformación del grano de trigo en la vitalidad pujante de la espiga.

 3.- Jesús Dios no es dios de muertos, sino de vivos. Por eso los ángeles no comprenden que los discípulos busquen entre los muertos al que vive:

 —No es en el sepulcro sellado.

 —No es en la oscuridad de la tumba.

 —No es en la tristeza y las lágrimas.

 —No es en caras amargas y alargadas.

 —No es en todo aquello que paraliza al hombre, donde Dios está:

 —A Dios se le encuentra, no en la inmovilidad de un cadáver, sino en la agitación de aquellas mujeres que huyen del sepulcro vacío.

 —A Dios lo encuentra María, no en las tinieblas de la tumba, sino en medio de una explosión de flores y plantas en el jardín.

—A Dios se lo tropiezan al aire libre los caminantes de Emaús.

—A Dios lo palpan los Apóstoles en una reunión de amigos en el Cenáculo.

--Dios es vida y está donde hay vida, no entre crespones de luto.

4.- Este es el mensaje de la Resurrección:

--Que Dios no ha hecho al hombre para la muerte sino para la vida y que en la misma muerte hay vida:

—Como en la muerte de la semilla está la fecundidad vital de toda planta.

 —Como en la explosión de una estrella del cielo nace una luz por millones de años.

Así en la muerte de Jesús, y en la nuestra, hay una explosión de vitalidad que tiende al infinito.

5.- ¿Creemos en la Resurrección o no creemos? Si no creemos es natural la tristeza de tantos cristianos. Es natural que nos aburra la religión. Es natural que, a veces, hasta deseásemos no haber tenido esa Fe. Es natural que llevemos a rastras nuestra vida cristiana.

 El que cree tiene la vitalidad del salmón que nada contracorriente río arriba para dejar, allá en lo alto, un nuevo principio de Vida. El que ni cree se deja empujar como canto rodado río abajo. Vivirá como pez en pecera respirando malamente hasta que una mañana lo encuentren panza arriba, sin vida.

7.- EL BILLETE DE VUELTA

Por Ángel Gómez Escorial

1.- Quiero revelaros una cosa importante en esta noche santa de luz y de alegría. Para algunos ya será tema conocido pues ya lo escribí otra vez. Y no es otra cosa que el fermento que en mi dejó la celebración de una vigilia pascual fue, sin duda, mi billete de vuelta para volver a la fe. Acudí a dicha ceremonia siendo muy joven, cuando iniciaba la separación total de la Iglesia. Pero siempre estuvo presente ese recuerdo localizado en la capilla bizantina del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, de la calle Serrano, de Madrid. Por eso cuando se acerca la hora nocturna para acudir al templo a esperar la Resurrección del Señor pues estoy nervioso y agitado. Creo que eso mismo les pasaría a los catecúmenos que en una noche como esta esperaban su bautismo y su entrada plena en la familia cristiana.

2.- En esta noche de Pascua es cuando se comprende ya totalmente lo que ha sido la Semana Santa, lo que han sido esos días tan especiales en los que Jesús pasaba de ser un hombre conocido, famoso, –querido por unos y perseguido por otros—a convertirse en un delincuente sometido a un proceso terrible, con turbas vocingleras intentando cambiar la voluntad del Gobernador romano, con un recorrido terrible –Vía Dolorosa—por la ciudad de Jerusalén con la cruz a cuestas y con una muerte atroz –de larga agonía—en el Gólgota. Hemos de ser justos. La desbandada de los apóstoles ante la detención de Jesús no es tan extraña o tan afrentosa. La situación creada era ininteligible. Y durante las horas siguientes el desconcierto y el dolor tuvieron que ser enormes.

3.- Nadie fue testigo de la Resurrección, algún autor fantasioso habla como de una explosión atómica, siendo tanta la energía desplegada en la salida de la gruta del Señor Jesús. Esa explosión es la que dejaría fuera de combate a los soldados que custodiaban el sepulcro. Muy fuerte parece eso. De todas formas, es difícil para un ser humano imaginas los modos y los procedimientos de Dios. No creo en la explosión –es una idea mía—si en un golpe de luz, la luz que hoy mismo llega a nuestros corazones después de haber encendido el cirio pascual, presencia viva del Espíritu Santo es nuestra cercanía.

4.- Las lecturas tan numerosas y bellas nos hablan de la historia del ser humano y de su caminar conjuntamente con Dios. Jesús de Nazaret murió para cambiar la historia y para reconciliar a la creación con Dios Padre. Resucitaba para confirmar esa fuerza divina de paz y amor. La tristeza del Viernes Santo se ha esfumado y, en su lugar, aparece la alegría desplegada ante la victoria de Cristo que es para siempre. Y todas estas cosas, toda la felicidad por el triunfo debe llegar –y llenar—nuestro corazón y hacerle rico en esperanza. Es verdad que la vida no es fácil, que el pecado, la desdicha, el dolor, todo ello está ahí. Pero la resurrección de Nuestro Señor es lo que nos enseña que podemos cambiar, que nuestra vida puede acercarse más y más a la de Jesús; y ser como Él, porque Él mismo nos lo ha mandado. La resurrección es un triunfo de todos y conlleva la promesa que un día todos tendremos un cuerpo glorioso semejante al de Él. Eso es lo importante y ello es lo que nos ayuda a seguir nuestro camino a la espera de encontrarnos con Él, como los discípulos de Emaús. Y ojalá nosotros sepamos reconocerles de inmediato. ¡Feliz Noche! ¡Feliz Pascua! ¡El Señor Jesús vive, ha resucitado!

LA HOMILÍA MÁS JOVEN

ENCUENTO EN UN RINCÓN CUALQUIERA, para el sábado santo

Por Pedrojosé Ynaraja

1.- Hoy es el día del aburrimiento. Del desconcierto. Densos nubarrones nos cubrían sin dejar caer ni una sola gota de agua. Silencio del cielo, jolgorio en la tierra. La gente está en los mercados aprovisionándose de las viandas necesarias para la fiesta que se avecina. De lo que le pasó al Señor, casi nadie se ha enterado. Tampoco alegra la vida de nadie, ni sorprende. De un tal hecho, se entera la familia y los que conspiraron. Ajusticiar, muchas veces, es un simple anuncio que da la autoridad, para que nadie se atreva a sublevarse, por legítima que pueda ser su protesta.

3.- Entre nosotros, en casa, todo está repleto de su ausencia. Por cualquier lugar que uno vaya, nota su vaciedad. Solo Ella suspira sin desalentarse. Mantiene la esperanza, sin comprender Ella tampoco lo que ha pasado y lo que está pasando. Si el Maestro en Getsemaní sufrió la duda, ahora le toca a Ella. Dice y repite; no puede ser, esto no se puede acabar así. Yo sé que mi Hijo existe, no sé cómo, pero permanece, estoy convencida, aunque no segura. Es preciso esperar. Tantas cosas nos dijo que, pese a querer guardarlas, ahora todavía, no sé qué significado tenían.

4.- Me entraban ganas de salir y gritar a las gentes que pululaban por las calles, sin otra finalidad que comprar y llevarse a casa lo adquirido. Decirles a voces; ¿pero no sabéis que ha muerto el Mesías? ¿Qué hacéis aquí moviéndoos como locos? Qué ha muerto el Maestro de Israel, el que fue anunciado de antiguo y todos esperábamos. No seáis estúpidos. Parad de una vez y meditad, acudid al Templo, subid a los montes. Gritadle a Dios que nos perdone. Pero luego nada hice, ni dije, así de cobarde fui.

5.- Así transcurrió aquel sábado sin sentido, repleto de dolor estático, de pena insuperable, de incomprensión de lo sucedido, sabiendo, no obstante, lo importante que había sido y era. Día de aburrimiento o de modorra. Dolor inmenso espiritual.

6.- Ahora que he superado aquel trance, acepto cosa que entonces no podía. Ahora comprendo que la más antigua de las curas paliativas, fue la contemplación de la Pasión del Señor. Muchos en su lecho de muerte lo solicitaron, encontraron consuelo y se enriquecieron de Gracia. El caso emblemático e irrepetible fue el de aquel delincuente que junto al Señor era ajusticiado. Su compasión le salvó y murió escuchando lo que más deseaba.

2.- NOCHE DE PASCUA: MENSAJE

Por Pedrojosé Ynaraja

1.- Pienso con frecuencia en lo que se esconde en esta noche que algunos llamarían mágica y nosotros decimos que es Santa y con enorme contenido antropológico. Sus orígenes están en la prehistoria. Beduinos que observaban que nacían sus corderos. Agricultores que veían brotar las primeras espigas de cebada. Todo era para ellos asombroso. Ocurría cuando por la noche de aquellos días lucía una maravillosa LUNA de primavera. Lo celebraban unos ofreciendo lechales y untando las estacas de sus tiendas con la sangre de estas víctimas. Los otros ofrecían espigas y comían pan elaborado exclusivamente con harina nueva, sin sal ni levadura. Era el PASO de la esterilidad del invierno a la fecundidad de la primavera.

2.- Israel era de origen pastoril que les tocó cultivar la tierra de Gosen. Mezclaron ambas tradiciones. En una ocasión, y coincidiendo estas celebraciones, vino una gran desgracia sobre los primogénitos de los egipcios. Se salvaron los hebreos que habían embadurnado los dinteles de sus casas con la sangre del cordero. El PASO de largo del Ángel los salvó y pudieron huir. Llegó entonces el PASO de la esclavitud a la libertad del desierto. Israel lo celebró y lo celebra cada año. La misma LUNA lo preside.

3.- Jesús, en un tal día, como buen judío, celebró una fiesta semejante. Estableció novedades. Se trataba del PASO de Él mismo de la muerte a la vida. La misma LUNA la podréis ver vosotros, el pan y el vino, son la Eucaristía que supera a aquellos símbolos. He pensado ofreceros, mis queridos jóvenes lectores, un poema que hace años escribí y que loa las maravillas de esta noche.

PASCUA

(Recordando a R. Kipling)

Si la luz de la Luna

escurriéndose por entre las hojas y ramas,

llega a iluminar el tronco fornido,

y maravillados observamos cómo es y cómo era,

es que algo nuevo nace en la Tierra.



Y si el fuego nos asombra en la noche,

e imaginamos al verlo sorprendentes formas,

colores mágicos,

generosos dones,

vidas que evolucionan y progresan

es que hay juventud en la Tierra.



Y si un pueblo, ni que sea de un solo individuo,

camina con decisión por caminos ignotos,

del hoy y el aquí,

sin vacilar y sin miedo,

es que hay progreso espiritual en la Tierra.



Y si alguien, por pequeño y único que sea,

escudriñando en su ensueño

es capaz de divisar un bello país

siquiera un instante feliz

y sus ojos sollozan de emoción y de gozo,

es que hay Esperanza en la Tierra.



Y si el Cristo encuentra descanso,

en lo más hondo de nuestra morada interior,

llenándola así de optimismo,

de coraje y de Fe,

es que hay salvación en la Tierra.



Y si cada uno de nosotros se abre confiado

al Amor y al Eterno,

al enigma envolvente,

al que con ternura está a nuestra vera,

y al que nos molesta e irrita con su compañía,

entonces, solo entonces,

hermanos, sabremos

que se celebra la Pascua en la Tierra.

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