11 abril 2014

Homilías 1. Viernes Santo

1.- EL SE "DESVIVIÓ" POR NOSOTROS

Por José María Martín, OSA

1.- Mesías sufriente. En el "Siervo de Yahvé" los judíos veían representado al pueblo de Israel perseguido e incomprendido por los otros pueblos. Los cristianos vemos en el "Siervo" la prefiguración del Mesías sufriente, que en la cruz recibe insultos y salivazos, que ofrece la espalda a los que le golpean. No es un loco ni un necio, sino alguien que se fía de Dios y cumple su voluntad. Por eso, no se acobarda ni se echa atrás ante el sufrimiento o la misma muerte. Sabe que el Señor le ayuda y que no quedará avergonzado. A pesar de la sensación de abandono y hasta desesperación que refleja el salmo 21 --¡Dios mío, Dios mío!, ¿por qué me has abandonado?-- implora la ayuda de Dios y sabe de quien se ha fiado.


2.- Jesús dio libremente su vida. El himno cristológico de la carta a los Filipenses refleja la entrega de Jesús, hasta vaciarse por nosotros. Este despojo lleva un nombre técnico en teología: es la "kenosis" de Cristo. Kenosis viene del griego "kenos", que significa precisamente "vacío". Se concretizó en una obediencia total a su misión, que era la voluntad del Padre. Y no sólo aceptó esta obediencia, sino que escogió también el vivirla hasta el final, "hasta la muerte y la muerte en la cruz", esta muerte que era reservada a los malhechores o a los esclavos. En este sentido, Jesús dio libremente su vida.

3. - El anonadamiento de Cristo es la puerta que conduce la glorificación. Por la cruz se llega a la luz. El centurión desvela todo el enigma que Marcos ha mantenido en secreto durante todo su evangelio. Sólo en la cruz se desvela el misterio. Ese Jesús crucificado es "verdaderamente el Hijo de Dios", es el Cristo, Mesías Ungido y esperado por el pueblo. Este himno nos introduce en el misterio pascual --muerte y resurrección de Cristo-- que vamos a celebrar en el Triduo Santo. Jesús en este domingo de Ramos es aclamado por aquellos que después van a quitarle de en medio. Todo esto ocurre porque Jesús se mete en el mundo, asume el dolor de todos los hombres que hoy son "crucificados". Jesús se empeña en estar en todos los líos, se sitúa en las entrañas de la vida, allí donde se juega el futuro de la humanidad. El mundo es su sitio. No le va la muerte ni la marginación -siempre injusta- . Lucha por acabar con todo aquello que degrada al hombre, que le humilla y hunde en el abismo. Fue valiente, por eso le mataron tanto el poder político como el religioso. Pero Jesús sigue muriendo hoy día... Nosotros seguimos crucificando a muchos "cristos" y gritando: "¡Crucifícalo!".

4. – “Mirad el árbol de la cruz”. Hoy nos atrevemos a pedirle a Jesucristo que nos ayude a ser como él, generosos y entregados. Él se "desvivió" por nosotros, fue como un árbol que da sombra al cansado y al que está castigado por el sol, que es refugio de la lluvia al viajero exhausto. El árbol presta sus ramas para que las aves aniden y las criaturas encuentren refugio. Da siempre fruto en el momento oportuno. Echa hondas raíces y se afirma para no ser movido de donde le han encomendado estar. Con sus hojas caídas se abona a sí mismo para crecer más aún. Queremos ser como el árbol, que toma lo poco que necesita y devuelve muchas veces más. Incluso cuando es cortado sirve para un sin fin de usos como leña para dar calor. Pasados los años se derrumba por su antigüedad, pero incluso así se convierte en abono para que otros continúen viviendo. Jesús es ese árbol del que todos hemos recibido vida plena, que se entrega por nosotros hasta la muerte, y una muerte de cruz. El mundo sería diferente, muy diferente, si todos fuéramos como el árbol, como Jesús que entrega su vida por amor.

2.- VIRGEN DEL MAYOR DOLOR, MADRE DOLOROSA, SOLEDAD, AMARGURA, ANGUSTIA, PIEDAD...

Por Antonio García-Moreno

VIERNES SANTO.- Porque habiendo amado a los suyos, hasta el fin los amó; porque dio la mayor prueba de amor entregando su vida por nosotros; porque cargó con nuestros pecados y se inmoló por ellos como Cordero de Dios que quita el pecado del mundo; porque tantas veces, cuantas pequé, me ha perdonado; porque me ha colmado de bienes espirituales y corporales, naturales y sobrenaturales; porque es Dios lento a la cólera y pronto al perdón; porque es más pródigo en dar que el hijo en malgastar...

Por todo ello acerquémonos confiados hasta su trono de gracia. Lloroso, avergonzado, compungido, apenado, pesaroso, arrepentido, herido por el dardo ardiente de tu amor, gimiendo y llorando, así estoy a tus pies mi Dios de amor dolido, confiando y esperando tu gracia y tu bendición, tu cariño y tu compresión... Mentira me parece que yo esté aquí, ante el monumento que oculta tu grandeza divina, en el silencio de este viernes santo. Gracias, Señor... Virgen del Mayor Dolor, Madre Dolorosa, Soledad, Amargura, Angustia, Piedad...

3.- LOS LABIOS INERTES DEL SEÑOR

Por José María Maruri, SJ

1.- “Inclinada la cabeza expiró”. El autor de la vida ha muerto. La Palabra Eterna de Dios ha quedado en silencio. Entro en el mundo en silencio, nació a la vida humana en silencio y se marchó de la vida en silencio.

Silencio de Dios que ha enseñado al hombre a hablar y cantar, que ha hecho melodía de los pájaros y de las torrenteras, que es el autor del canto sin fin de las mansiones del cielo y de los ángeles.

Tal vez sea el silencio la característica de Dios y sus obras. Silencio de Dios del que todos nos quejamos cuando no entendemos a Dios. Dios ha hecho silencio en nuestras Iglesias, en los dos o tres que se reúnen en su nombre, en los Cristos que presiden nuestros hogares, en las cruces colgadas en cadenas de oro en nuestros cuellos, en la mano que tiende a nosotros pidiendo ayuda.

2.- Los labios entreabiertos de Jesús muerto quieren decir algo que su boca no pronuncia, aunque Jesús siempre creyó más en sus obras que en sus palabras. “Si no me creéis a mí, creed en mis obras”.

Y lo que esos labios entreabiertos no pronuncian, pero proclaman sus obras es aquello que Jesús dijo dicho: “como yo os he amado, hasta el silencio de la muerte, amaos los unos a los otros”. Este es mi mandamiento, esta la única cláusula de mi testamento. 3.- Como Dios nos amó, precediéndonos siempre, adelantándose siempre su amor, cuando aún estaban discutiendo el primer hombre y la primera mujer de quién era la culpa, sin muestras de arrepentimiento alguno, ya Dios se adelanta a prometer que alguien vendrá a perdonar y cancelar su pecado.

--Y cuando todos nosotros éramos pecadores Dios Padre envía a su Hijo a enderezar y hacer el camino con nosotros.

--Y cuando cada uno de nosotros errábamos por malos caminos. Jesús, el Buen Pastor da su vida por sus ovejas.

Dios se nos ha adelantado en el amor, pero además se ha hecho nuestro compañero por el camino de la vida, como el dolor es compañero inseparable de la vida del hombre, el Señor Jesús hecho experiencia de pasión y muerte se hace también nuestro compañero inseparable.

Hombro con hombro con Él, nuestra mano en la suya atravesada por los clavos no hacemos solos nuestro vía crucis personal

Así nos ama el Señor, adelantándose en el amor y acompañando nuestro dolor.

4.- Y la Palabra de Dios guarda silencio en los labios entreabiertos de Jesús muerto, y es que ha llegado la hora de que seamos nosotros su Palabra. Que seamos nosotros los que nos adelantamos en el amor a nuestros hermanos. Que hombro con hombro y mano con mano nos hagamos compañeros del vía crucis de los que sufren, haciendo así inteligible el silencio de Dios que calla.

Que como el Señor Jesús, abandonado en la cruz contra la tiniebla del cielo, da testimonio de la verdad, así nosotros seamos testigos de la Verdad, de que Dios es amor y es Padre y todos nosotros somos hermanos

Una verdad que no depende del voto de la mayoría, por tanto que no es democrática, que depende tan solo del refrendo de Dios que lo dará, resucitando a su Hijo, testigo de esa verdad.

Esto es lo que los labios inertes de Señor Jesús nos dicen y en un mudo gesto nos envían a ser su palabra, que no se oirá en el mundo si no la pronunciamos nosotros.

4.- “AQUÍ LO TENÉIS”

Por Pedro Juan Díaz

1.- “Aquí lo tenéis”. Aquí está Jesús, crucificado. Son palabras de Pilato, que ha mandado azotar a Jesús, a pesar de que no ha encontrado ningún delito por el que acusarle, y menos aún, crucificarle. Pero, como sabemos, “se lavará las manos” y cederá ante las presiones de los sacerdotes y del pueblo, levantado a gritos por ellos. Aquí está el Rey de los judíos, el hijo de Dios. Son las dos acusaciones (política y religiosa) por las que es condenado. “Y salió Jesús afuera, llevando la corona de espinas y el manto color púrpura”. Hoy, en esta celebración del Viernes Santo, contemplamos a Jesús en su pasión y muerte.

2.- Decimos en el Credo que Jesús “padeció bajo el poder de Poncio Pilato, fue crucificado, muerto y sepultado”. Eso es lo que contemplamos hoy. Pero lo podemos hacer desde distintas perspectivas. Porque la realidad se ve distinta dependiendo de la perspectiva. No se ven igual las cosas desde arriba que desde abajo, desde lejos que desde cerca. No se ve la vida igual desde los que sufren y pasan necesidad, que desde la indiferencia, el egoísmo y los prejuicios. Hoy nos situamos para mirar a Jesús desde dos puntos de vista.

3.- En primer lugar, contemplamos la Pasión de Cristo desde el hombre, desde la humanidad, desde cada persona. La Pasión es el encuentro más impresionante entre Dios y la humanidad, es un encuentro entre Dios y cada uno de nosotros. Contemplar la Pasión es un ejercicio para saberme amado, para saber que, para Alguien, yo soy muy importante y valgo hasta el extremo de dar la vida por mí. Jesús tiene pasión por el hombre débil, debilitado por el pecado, necesitado de liberación y redención. “Por nosotros los hombres y por nuestra salvación”… y “para el perdón de los pecados”: son las razones de la pasión, que humanamente no tiene razón ni porqué. La cruz no se entiende humanamente porque no se puede entender que Dios muera por el hombre. Sin embargo, ahí está. “Por tu cruz y resurrección nos has salvado, Señor”. Perdonar nuestros pecados, a Cristo, le ha costado su sangre. Y eso, pensado y meditado despacio, como estamos haciendo, nos convierte en testigos y apóstoles, en perdonadores perdonados, llamados a compartir el mismo amor y perdón que Dios nos da en la cruz.

4.- En segundo lugar, contemplamos la Pasión desde Jesús mismo. Es el gesto más alto de amor de Jesús al Padre. Y al mismo tiempo nos está diciendo: “mi Padre os quiere”. “Como el Padre me ha amado, así os he amado yo”. La Pasión es la revelación más clara de un Dios que es amor y que entregó a su propio hijo para la salvación de la humanidad. La Pasión es la mayor historia de solidaridad de Dios con la humanidad. Se encarnó, se hizo nuestro hermano, de nuestra carne y sangre, de nuestra familia. El precio de cada persona lo ha puesto la cruz de Jesús, en la que Cristo expresa su solidaridad universal con todos los hombres, con todas las personas. Nadie ha hecho tanto por nosotros.

5.- “Aquí lo tenéis”. Contemplamos a Jesús en una noche muy dura, la más dura de su vida. Oró en el Huerto de los Olivos hasta el punto de sudar sangre. Fue maltratado, pisoteado en su dignidad, torturado, humillado, asesinado vilmente. Eso es lo que estamos mirando y contemplando. Hoy es día para mirar la Pasión de Cristo sin prisas, sin sentimentalismos, sin concesiones al patetismo. Es día para leer despacio este evangelio. Todo es breve y escueto: le prendieron, le desnudaron, le azotaron, le crucificaron, le quitaron su libertad, se dejó, todos lo abandonaron… Es un ejercicio duro meditar sobre su Pasión, mirar, ver, contemplar… pero si lo hacemos bien, esponja el corazón. Si el Sermón de la Montaña fue un ejercicio de escuchar, aquí se trata de mirar, de ver por fuera y mirar por dentro, de ver las actitudes y sentimientos de Jesús, lo que hay en su corazón. Si somos capaces de mirar bien, después hablará nuestra vida, seremos testigos de este amor tan grande.

6.- Los primeros cristianos veían a Cristo en la cruz como el buen Pastor dando su vida por las ovejas. Vamos a hacer el ejercicio de personalizar la Pasión, como lo hizo San Pablo: “me amó y se entregó por mí”. Vamos a decirlo cada uno de nosotros, desde el fondo de nuestro corazón. Esto que contemplamos es por mí, es para mí. ¿Tanto valgo? ¿Tanto me quiere Dios? ¡Cuánto amor, cuanta libertad, cuanta entrega! Cada persona, rescatada por la sangre de Cristo, tiene un valor infinito para Dios. Por eso la cruz es la señal del cristiano, porque es señal de amor, amor por mí, por la humanidad, por todos.

7.- Pero la Pasión de Cristo no termina hoy. Cerca de nosotros, Jesús sigue sufriendo, en tantos hermanos nuestros que sufren, que se convierten en “estaciones vivas” del Vía Crucis de hoy. A ellos somos enviados como testigos del amor más grande, para que encuentren en la cruz de Jesús (y también en nosotros) la fortaleza para sobrellevar sus sufrimientos. “Pasión de Cristo, confórtame”, hazme fuerte, dame fuerzas. Apoyados en el amor de Dios, que entregó a su hijo por nuestra salvación, salgamos a compartirlo con el testimonio de nuestra vida, entregada también por amor a los que sufren y a los más necesitados.

8.- Hoy, en esta celebración de la Pasión y Muerte del Señor, merece la pena hacer el esfuerzo de contemplar a Cristo, de dejarnos seducir por Él, por su amor, por su entrega. ¡Que se nos llene el corazón de tanto amor! Pero más aún se nos llenará a partir de mañana noche, al reconocerle vivo y resucitado. Hagamos ahora la Oración Universal, abriendo nuestro corazón y el de toda la Iglesia a las necesidades y los crucificados de nuestro mundo. Y veneremos la Cruz con agradecimiento a Jesús por su entrega, por tanto amor, haciendo también nosotros el propósito de aliviar las cruces que vemos cargadas en los hombros de tantos hermanos nuestros.

5.- LA ACTITUD DE CRISTO ANTE LA INJUSTICIA DE SU CONDENA A MUERTE

Por Gabriel González del Estal

1.- En los relatos evangélicos sobre la pasión del Señor vemos con claridad hasta dónde puede llegar la injusticia humana, cuando se deja llevar por el egoísmo y la ambición. La muchedumbre, manipulada por unos jefes religiosos cobardes y malvados, grita pidiendo la muerte de Jesús, mientras éste, visiblemente turbado en su interior, hace un esfuerzo humano divino, entregando con amor su espíritu al Padre. Nos resulta difícil entender por qué aquel pueblo, por el que Jesús había pasado haciendo el bien, curando a los enfermos, acogiendo a los pecadores, defendiendo a los marginados, dando de comer a los hambrientos, pidieran ahora la muerte del Justo. Pero, ¿por qué aquellos judíos, la gente, el pueblo, los sacerdotes, los guardias, pedían a gritos la muerte de Jesús, la muerte de una persona llena de bondad y de misericordia? Mucha gente sencilla e ignorante lo haría, sin duda, instigados por sus autoridades religiosas, a las que estaban acostumbrados a obedecer ciegamente. Pero otros muchos lo hacían, sin duda, muy conscientemente. Unos por ignorancia, sí, pero otros muchos, los jefes manipuladores, lo hacían muy conscientemente, movidos por su egoísmo, por vanidad y por su ambición. Las autoridades religiosas de Jerusalén no podían tolerar que un profeta de Galilea viniera a la ciudad santa a denunciar su corrupción y su hipocresía y que lo hiciera además como mensajero e hijo del Dios altísimo. Querían que desapareciera de su vista, que muriera, porque ponía al descubierto sus mentiras y sus intereses personales más inconfesables. Lo hacían, en definitiva, por vanidad y por egoísmo. Otros muchos, entre los que se encontraban seguramente algunos de los que unos días antes habían gritado jubilosamente: “bendito el que viene en nombre del Señor”, pedían ahora su muerte porque les había defraudado. Ellos esperaban que les iba a librar del poder romano y que iba a hacer la revolución definitiva que pondría en marcha la implantación de un verdadero reino de Israel, desde donde su Dios gobernaría universal y gloriosamente a todas las naciones. Sí, con su actitud mansa y humilde, este profeta de Galilea les había defraudado, porque así no podría nunca vencer a las poderosas legiones romanas. Así somos los seres humanos, cuando nos dejamos llevar por nuestras pasiones. Sí, seguramente más de una vez también nosotros actuamos movidos más por el egoísmo, que por el amor sincero.

2.- ¿Cuál fue la actitud de Cristo ante una injusticia tan monstruosa? Es impresionante oír a Jesús gritando desde la cruz: ¡Padre, ¿por qué me has abandonado?! ¡Padre, perdónales porque no saben lo que hacen!, ¡Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu! ¡¡Padre!! Sí, Jesús, como hombre, tiene derecho a sentirse en la cruz terriblemente turbado. ¡Tanta lucha, tanto esfuerzo, para terminar así! Aunque, desde lo más profundo de su alma, sepa que Dios es su Padre y que le ama y que no puede abandonarle. No podemos minimizar el dolor y la turbación que Jesús sintió en sus momentos finales. Jesús no estaba haciendo teatro. Sentía de verdad lo que decía. Por eso, es tan maravilloso su ejemplo para nosotros. En los momentos más terriblemente angustiosos de su vida se entregó a la voluntad del Padre, a una voluntad que como hombre no acababa de entender del todo, pero que como hijo, aceptaba con todo el amor de su corazón. ¿No nos ha ocurrido también a nosotros alguna vez algo parecido? No entendemos el proceder de Dios, ni en nuestra vida, ni en la vida de nuestra familia, ni en el proceder de la sociedad y del mundo entero. Tenemos que pedir a nuestro Padre Dios que llene nuestro corazón de todo el amor que su Hijo, Jesús de Nazaret, vino a regalarnos con su vida, su pasión y su resurrección.

6.- ¡TODOS CLAVADOS EN ELLA!

Por Javier Leoz

1.- Viernes Santo. El Señor no está sólo. Está acompañado de todas nuestras miserias y deficiencias. ¡Cuánto peso hemos puesto sobre su cruz, cuando delante de nosotros, ha pasado por la vía dolorosa!

--¿Qué ves, Señor, desde ahí arriba? ¡Veo el horizonte redentor! ¡Os veo a vosotros! ¡Veo a mi Padre!

--¿Qué nos dices, Señor, desde el azotea del mayor escándalo cometido hacia el hombre más justo y bueno? ¡Os digo lo de siempre! ¡Os quiero! ¡Os amo! ¡Os perdono! ¡Dios, por mí, os recuperará definitivamente!

2.- Viernes Santo. El peso de nuestras faltas, es insensible en la mano de Jesús. Paga un alto precio, su vida, pero lo hace consciente de su misión: vino para rescatarnos y nos liberta en lucha con el mal, con la duda, con la noche oscura, con el cáliz amargo…pero nos libera. Sólo quien se siente débil o pecador es capaz de estremecerse ante la verdad de la cruz. Nuestras fragilidades han hecho levantar en lo más alto del monte una cruz. Por nuestro amor muere el Señor y lo hace, no postrado en un lecho, sino desgarrado en una cruz. ¿Puede hacer alguien algo más por nosotros? Todos, por si lo hemos olvidado, somos clavados –en el amor, por amor y con el amor de Jesús- en la cruz. Todos, con Jesús, somos clavados en ella.

-Jesús, a su paso por nosotros, también quiso recoger todas nuestras firmas antes de subir a la cruz: se hico eco de las del rico y también de las del pobre. Asumió la historia del enfermo y la del humillado. Se enteró de la situación de la mujer pecadora. Nadie ni nada fue indiferente para El. ¡Todo por el mundo y por el hombre!

-Jesús, en medio de la plaza de nuestra vida, puso una gran mesa. Una mesa en la que hemos aprendido a ser hermanos; a perdonarnos; a rezar y a vivir con los ojos mirando al cielo.

-Jesús, antes de emprender su subida a la cruz, se ha preocupado de vivir con nosotros, de compartir nuestra condición humana, de curar heridas, de poner muchas cosas en su sitio y, a Dios, en el corazón de muchos de nosotros.

3.- Ahora no le queda sino ascender por aquellos que preferimos quedarnos en el llano. Ser exaltado en un madero por aquellos que preferimos ser aplaudidos desde mil palcos. Perdonar, por aquellos a los cuales nos cuesta torcer algo de nosotros mismo.

¡Gracias, Señor! Por subir, cuando nosotros no nos atrevernos

¡Gracias, Señor! Por bajar, a esos infiernos a los que estábamos llamados

¡Gracias, Señor! Porque, tus dolores, evitan los nuestros

¡Gracias, Señor! Porque, sin conocer el pecado, cargas con los de todos nosotros

¡Gracias, Señor! Porque pudiendo decir tanto, nos haces llegar escasas 7 palabras

¡Gracias, Señor! En la cruz, sigues empeñado en regalarnos: una Madre y un amigo, María y Juan

¡Gracias, Señor! En la cruz, haces lo que siempre nos enseñaste, ¡Perdónales, no saben lo que hacen!

¡Gracias, Señor! En la cruz se funde la llave del infierno para que, ningún hombre, pueda encontrarla y sólo se dé con la que abre las puertas del mismo cielo

¡Gracias, Señor! Porque, desde la cruz, la cuerda que sobra es empleada para rescatarnos y no dejarnos abandonados a nuestra suerte

¡Gracias, Señor! ¡Qué gran amor!

¡Qué gigantesco amor cuando, además de ofrecerse, es colmo y el no va más cuando deja clavarse!

Déjanos, Señor, por lo menos desde lejos acompañarte y, nunca olvidar, que por nosotros Tú has sido clavado en esa cruz. Déjanos sentir, Señor, que todos somos clavados –en tu amor, con tu amor y por tu amor- en ella.

No estás solo, Señor.

7.- ESPERANZA EN ESTA TARDE TAN TRISTE

Por Ángel Gómez Escorial

1.- Desde los primeros tiempos de la Iglesia no se celebra Eucaristía hoy, Viernes Santo, ni mañana, Sábado Santo. Y las normas y costumbres litúrgicas son iguales que desde hace siglos. Ayer, Jueves Santo, el Altar quedó desnudo, sin mantel, sin candelabros, sin cruz y el Cuerpo de Cristo se reservó en el “monumento”, sagrario especialmente adornado para el culto de los fieles. Esa desnudez del altar nos ha conmovido, sin duda. Es ya una imagen de soledad que no podemos obviar. Sabemos que estamos solos y una tristeza enorme llena nuestra alma. No puede ser de otra forma. A las tres de la tarde murió Jesús y desde esa hora –salvo por cambios por razones pastorales—los fieles de todo el mundo no unimos para dar los pasos junto a la cruz.

2.- Hemos comenzado con la liturgia de la Palabra. El cuarto canto del Siervo de Yahvé que es la profecía que manera prodigiosa narra la Pasión de Jesús, su sufrimiento y sus efectos salvadores. Dicen que los antiguos judíos jamás repararon en estos cantos del Siervo de Yahvé y mucho menos le dieron aplicación mesiánica. Esperaban un triunfador. El Salmo 30 reproduce las palabras de Jesús al expirar. “Padre a tus manos encomiendo mi espíritu. Sin duda él rezaba este salmo en esos momentos, lo cual también puede enternecernos. La Carta a los Hebreos nos comunica la sublime obediencia de Cristo a la misión encargada por el Padre y de ahí nace nuestra salvación. Nadie como el autor de la Carta a los Hebreos ha penetrado tan profundamente en el papel de Cristo como víctima, altar y sacerdote.

3.- Hemos escuchado la Pasión según San Juan. Como se sabe la otra jornada de la Semana Santa en la que se proclama completo el relato de la Pasión ha sido este pasado Domingo de Ramos. En su liturgia se lee, según el ciclo A, que nos corresponde este año, el texto evangélico de Mateo. Y si hoy leemos a Juan es porque expone la exaltación hacia la gloria total del Señor Jesús. Escrito el Evangelio de Juan muchos años después que los sinópticos ya ha habido tiempo para conocer los dones maravillosos de la Pasión salvadora de Cristo. Y por eso la Iglesia nos la ofrece, para que en esta tarde tan triste haya sitio para la esperanza.

LA HOMILÍA MÁS JOVEN

ENCUENTRO EN LA CASA DE LA MADRE DE JUAN-MARCOS

Para el Vienes Santo

Por Pedro José Ynaraja

1.- ¿Cómo pudiste dormir aquella noche?- le pregunto yo

Contesta Juan:

-Pues, sin quererlo. Como un chofer se queda dormido mientras conduce, sin que pueda evitarlo.

Te contaré lo que hicimos Pedro y yo, y lo que pasó desde el amanecer, al día siguiente de la detención del Señor y de nuestra deserción, que tanto nos avergüenza.

2.-Tuvimos ánimos, nos exigimos, pese al miedo, a salir juntos y ver lo que estaba pasando, temiéndonos lo peor. Contábamos con el conocimiento de los vericuetos de la ciudad y yo pensaba que podía establecer algún contacto con gente influyente, que nos permitieran acercarnos a los lugares donde sería juzgado el Maestro, allí donde se tomarían las decisiones, que tanto podían perjudicarle. La palabra condenado a muerte, no nos atrevíamos a pronunciarla, pero nos la temíamos.

Con Pedro, y gracias a mis relaciones, pudimos acercarnos y observar algo. Pero fuimos descubiertos por unos guardianes, que nos delataron a los otros que con él custodiaban el lugar. Estaban aburridos, ellos eran de la región y nuestro acento galileo enseguida descubrió de donde éramos nosotros y supusieron que acompañábamos a aquel famoso reo, que dentro era juzgado. Una mujer avispada también quiso disfrutar a cuenta nuestra y por desgracia lo consiguió. Pedro se desgañitó muerto de miedo, negándolo todo. No, ni siquiera conocía a aquel delincuente, decía y repetía. La vejez vuelve prudentes a los más atrevidos marineros, aun a costa de perder el honor, con tal de salvar el pellejo. Un pescador teme a la autoridad más que a las olas y a las tempestades. Fue cobarde y confieso que me contagió su miedo. Nos escapamos como pudimos y no sé a dónde fuimos a parar. Ahora bien, esto nos ocurrió después de lo que ahora te voy a contar.

3.- Supimos que se lo llevaron a casa del Sumo Pontífice que, pese a ser un cargo religioso, gozaba de poder político, aunque ninguna ley se lo adjudicara. No te cuento muchos detalles porque los textos ya explican bastantes. Quiero que pienses en algún pormenor que, aunque no se mencionen en los textos, evidentemente, sucedió. Lo primero de todo es que a partir de perder la libertad, le salpicó el odio, le acongojó la incomunicación y le atenazó la soledad. Le interrogaron con alevosía y quedó apretujado, imposibilitado de defenderse. A nadie podía confiar su angustia. Añádase el hambre y la sed. Y esto no fue cosa de unas horas, duró mucho más tiempo del que te imaginas. De Getsemaní a casa de Anás hay un buen trecho que, maniatado como iba, resultó muy arduo. Algo semejante hay que decir de los trayectos hasta el lugar de reunión del Sanedrín, más tarde al Palacio-refugio-cuartel, donde residía aquellos días el gobernador, al palacio de Herodes y vuelta a la fortaleza cuartel.

4.- A Pilatos los judíos le apestaban. En Jerusalén no se vivía bien, prefería las orillas del mar en Cesarea. Mejor clima y rodeado de gente de tropa como él tantos años lo había sido. Hablaban griego, los subordinados tal vez latín. Ambas lenguas las conocía, pero no ésta jerga que llamaban arameo, que solo sabía chapurrear. Su mujer también estaba más a gusto contemplando las olas y recibiendo visitas de otras damas de su misma alcurnia. Que ahora le enviaran a este hombre, sin acusación clara de delito, le fastidiaba. Él era el oficial que custodiaba el territorio, que debía vigilar a estos belicosos y orgullosos judíos, que se enredaban en ritos imbéciles de degüello y despellejo de corderos a millares, que envenenaban el aire y que se exaltaban fácilmente. ¡Quién sabe lo que podían estar tramando mientras querían que pasara el tiempo juzgando a un anónimo y misterioso curandero, que se las daba de sabio y tan apreciado era por la plebe del norte, que a él no le caía mal del todo! El patriotismo de los de la capital siempre era susceptible de esconder segundas intenciones. Mucha religión, pero olvidando a Augusto, esta era una de sus estupideces, prueba evidente de su fanática ignorancia. Y para colmo de males, su mujer se entrometía con somnolientas visiones. Roma era el derecho, no la adivinación, lo tenía muy claro.

5.- Pese a su estado de ánimo, no podía negarse a que se lo presentasen. Tanto era el orgullo de aquellos gerifaltes que no contentos con forzarle a que abandonara sus quehaceres, se negaron ellos a entrar en el patio de armas, ya que si lo hacían se contaminarían y no podrían celebrar sus ritos y fiestas ¿pero qué se creían que eran estos estúpidos siervos del imperio de la ciudad de Roma?. Trató de no dejarse llevar por el orgullo de oficial del ejército más poderoso que existía. Más vale, pensó, en estos casos no decidir dejándose llevar por la ira. Recapacitó prudentemente y no se precipitó. Dijo a uno de sus subordinados que lo llevase a su presencia, se sentó solemnemente en el sitial, había que impresionar e imponerse desde el principio, a ver si rápidamente le podía avasallar, confesaba cualquier crimen, él le condenaba o le soltaba y podía pasar aquellos días tranquilo.

En realidad, ni simpatizó con el reo, ni sintió odio. Le enojaba y le incomodaban aquellos ojos con que le miraba. Se atrevió a filosofar, decidió sacárselo de encima como fuera. Le informaron que podía salir por la tangente, enviándoselo al fantoche Herodes, que tenía alguna autoridad sobre él. Que él se las arreglara como pudiera, pensó.

6.- El reyezuelo Herodes le satisfizo tenerlo en su poder. Recordaba que le había llamado zorra y quería someterlo a la humillación más denigrante. Tu sabes que no hay nada que uno deba temer tanto como, siendo persona de letras y saberes, cae en manos de quien su única riqueza y poder es un ficticio mando. Había heredado un título por ser hijo de quien era, pero su capacidad de gobierno era minúscula. Ni siquiera podía hacer una escabechina familiar como su padre, ni juzgaba como lo había hecho su progenitor. Ahora bien si el gobernador romano se lo enviaba, al menos a este galileo podía juzgarle, torturarle y denigrarle. El Maestro cuando estuvo en su presencia, no quiso dirigirle la palabra y esto fue lo que más le sublevó. Su mayor triunfo hubiera sido humillarle. El dolor de Jesús sería verse sometido a los caprichos orgullosos de este fantoche. Quien no puede triunfar en un combate, busca la derrota del enemigo deshonrándolo.

7.- Su soldadesca no era fuerza de ocupación, ni reclutas, ni combatientes y, si les tocaba hacer guardia en un recinto, se aburría. Herodes le dejó en sus manos, encargándoles que le sometiesen a un castigo bochornoso. Así que recogieron zarzas y se las enredaron entre sus cabellos, procurando que sobresalieran y pareciera ridícula corona imperial y a la vez atormentara con agudo dolor toda la cabeza. Le pusieron en los hombros una capa vieja y sucia y le ataron a las muñecas una caña, semejando burlescamente un cetro. Todo un espectáculo para goce de gente de baja calaña. El Maestro, seguramente, pensó en sus encuentros con las multitudes en Galilea, se acordó del oficial de Cafarnaún, que solicitó su generosidad y fue atendido, en el intelectual que por la noche quiso conocerle y compartir ideas, en los discípulos que le siguieron, en las mujeres que le asistían y compartían ideales, ¡en tantos pensó y ninguno de ellos estaba allí!

Hambre, sed, soledad, miradas hostiles, furiosas unas, desvergonzadas otras. Si haber conseguido ni una palabra, ni siquiera un gesto, lo devolvió a Pilato. Pero el solo detalle de que la fuerza ocupante confiara en él, satisfizo su ridícula y gran vanidad…Más tiempo, más sed, más hambre, más fatiga mental, más dolor físico…

8.- Estas cosas las contamos en poco tiempo, vuestras procesiones acortan la historia y las pautas. Te invito a que, en cualquier sitio donde estés, leas el texto, tomes un mapa, calcules distancias midiendo según la escala indique y camines. Calcula entonces cuanto duró en realidad el proceso. Sin comer, ni dormir, ni beber, ni orinar a gusto. Pilatos, hombre de leyes, como buen romano, pretendiendo ser bueno, ahora bien sin poder ahuyentar su cobardía, aquella situación le resultaba sumamente enojosa. Quiso cortar por lo sano y mandó que lo azotasen. Era lo habitual, los soldados lo hacían sin miramientos, ni siquiera rabia. Tocaba azotar a un hombre, mañana tocaría matar a un becerro, al otro custodiar una muralla, a ellos no les importaba si era justa u oportuna una orden y además, en resumidas cuentas, el de hoy, solo era un hebreo…

9.- La flagelación judía estaba regulada: cuarenta latigazos bien dados. La romana no. Iba a remolque del humor de los profesionales, gente de fuera. Pero, a pesar de su pericia y del resultado que a la vista era desagradable y de que el cuerpo quedaba todo él dolorido y llagado, no tenían suficiente aquellas gentes. Lo que querían era eliminarlo. Sacárselo de encima y pronto, así se lo pedían a gritos. Que haya paz, pensó el romano, eso, a fin de cuentas, es lo único que le interesa al emperador. Pues que lo maten, lo crucifiquen, si este es su deseo y quedaré tranquilo.

No nos atrevíamos a comunicar a su Madre estas tristes noticias, me confiesa Juan, pero era de justicia que lo supiera, por muy doloroso que le fuera escucharlo. Me ofrecí yo a decírselo y a acompañarla.

10.- Al condenado a muerte no le quedaba ni un derecho, ni una propiedad. Desnudo para que se hiciera patente esta situación, debía caminar llevándose a cuestas el madero donde le sujetarían con clavos sus brazos. El gobernador tuvo en este caso la delicadeza de permitirle que conservara por el camino sus vestidos, para que a los ojos del pueblo, le quedara algo de dignidad. Al llegar al cadalso debía hacerse patente su total indignidad, lo desnudaron se repartieron y rifaron la ropa. Aquella carne otorgada por María y hecha encantadora criatura en Belén, ahora era puro amasijo embadurnado de sangre y polvo. Lamentaba yo que su Madre lo viera, pero mi compañía y la de las mujeres amigas, era su único consuelo. Habló dirigiéndose al Padre, habló para sí mismo, habló para nosotros.

11.- Murió, era evidente, no se podía ocultar el triste fin a su Madre. Alguien había preparado y pensado en este instante y apareció entonces mismo, mostrando permisos y ofreciendo un sepulcro cercano y nuevo. Allí mismo lo enterramos. Se acabaron aquellos tristes días. Imagínate cuantos y cuanto dolor, echa cálculos tú mismo. Me dices que interrumpa. De acuerdo, pero no te vayas indiferente. Murió para que se murieran nuestros pecados. Lo enterramos y con él se fueron al sepulcro nuestros delitos. Nobleza obliga. Vacía tu interior de males y llénalo de agradecimiento y delicado amor.

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